Volcanes dormidos
Rosa Regás y Pedro Molina
Temboury
Premio Grandes Viajeros 2005
Ediciones B
Barcelona, 2005
288 páginas
18 euros
Un poquito de América
Limitados por los confines de la
propia literatura de viajes, cada día resulta más complicado encontrar un
destino que sea atractivo por sí, un lugar cuya visita reclame la atención del
viajero. En un primer vistazo, uno diría que todos los lugares de la Tierra ya fueron pisados
para ser transcritos a libro, incluidos aquellos tan arriesgados como los que
tienen los pies hundidos en el barro de la guerra. Quedaría, entonces, el
recurso del viaje en sí, es decir, de un planteamiento narrativo que se
justifique por lo aventurado de los desplazamientos, o si no aventurado, al
menos con descaro o con una fina dosis de locura. Pero las estanterías de
viajes también están llenas de marinos, y de marinos de agua dulce y de
ciclistas y deportistas, y gente cuyas hazañas se registraron en documentales.
Por otra parte, siempre estará el atractivo de lo ecológico, aunque esta
partida la ganó hacer tiempo la fotografía. Y así, solo cabe confiarse a la
mirada del viajero o, lo que viene a ser lo mismo, a su escritura, a su
literatura. Por esa razón, uno abre este libro confiando en encontrarse con lo
mejor de Centroamérica, porque tras los verbos y los sustantivos se encuentran
dos escritores de sobrada solvencia. A su trayectoria, cabe añadir que la
elección del destino tiene, como no, un afán humano. Su elección se debe a
criterios sociales, culturales, históricos y políticos. Y así, el lector confía
en que esta vez el Premio Grandes Viajeros, que con tanta frecuencia ha pasado
por las librerías escondido tras los demasiados libros, presente la mejor cara
posible.
Y así es como uno cae en el
desengaño. Porque el libro Volcanes
dormidos se queda a mitad de camino de lo que debe ser una obra literaria.
Revisemos: la obra comienza con un planteamiento muy digno: Rosa y Pedro se
deciden a visitar una región en vías de desarrollo, porque saben que el
verdadero viaje es el que tiene por lugar las regiones menos beneficiadas del
planeta. Su documentación es perfecta y no cesan de reconocerlo, trayendo
constantemente a colación la historia de los desfavorecidos, desde los que
sufrieron los rigores de la colonización hace quinientos años, hasta los que
sufren los efectos de las decisiones de instituciones tan salvajes y poco
humanas como el Fondo Monetario Internacional. La toma de partido de los
autores, gente culta y sensible, es, inevitablemente, a favor de los
perdedores. Pero sin considerar que la lucha está perdida. De hecho el título
del libro es una alusión metafórica al potencial revolucionario de la zona, que
a fuerza estallará nuevamente un día de estos. Hasta aquí todo va muy bien. Y
mejora si tenemos en cuenta el interés que muestran por los poetas, los
escritores, profesores y revolucionarios retirados que han tenido tiempo de
meditar acerca del contenido social de sus países.
Pero llega el momento de poner en
negro sobre blanco ese trabajo, y al parecer las prisas mandan sobre las
intenciones. Una redacción apresurada, con disfraz de lenguaje periodístico, no
consigue que el lector se interese por lo que están conociendo los autores. La
impresión global es que el libro apenas contiene un viaje a todo trapo por
tierras centroamericanas. El grueso del contenido está elaborado desde detrás
de un ordenador. Son escasas las pinceladas de una aportación propia, que uno
va lamentando cada vez más a medida que avanza en la lectura, pues lo mejor,
sin duda, son los destinos de la gente que van conociendo personalmente o por
referencias. Esos episodios, con finales tan insólitos e insospechados para
quienes los vivieron, son los que merece la pena rescatar de esta obra. El
resto, es un buen trabajo periodístico que cobra la forma de un libro de texto
cuya asignatura es Centroamérica.
Fuente: Culturas/Tribuna
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