No medía dos metros ni movía montañas. Las subía porque en el único sitio de la montaña donde es seguro que da el sol es en la cima. Ueli Steck nos demostró que felicidad y locura son una misma cosa. La muerte del montañero suizo es mucho más que la muerte de una leyenda alpina.
Sigue leyendo este pequeño homenaje al gran Ueli Steck en La línea del horizonte
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