El meteorólogo
Olivier Rolin
Traducción de Miguel Aguayo
Libros del Asteroide
Madrid, 2017
180 páginas
Cuando el mal ha sucedido, se debe a que existe un propósito mayor, a que Dios no juega a los dados, a que si él lo ha decidido, será para nuestro bien. Otra cosa es la estupidez humana o la inteligencia humana, porque no lo alcanzamos a entender. Pero ¿cómo es que no alcanzamos a entender el propósito de Dios, pero sí que lo hace por nuestro bien, aunque eso signifique arrancar de tu vida y de la existencia a la persona que más quieres? Pero un creyente siempre encontrará la respuesta: si no existe ese propósito de Dios, entonces mi vida no merecería la pena, entonces habría decidido que yo también muriera. Lo más terrible de esta obra es que el lugar de Dios lo ocupa un estado: la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, o Stalin o ese cargo intermedio que ja juzgado mal a un experto en el clima, por errar en una previsión en contra de los bienes de la cosecha o de un ataque militar o de vaya usted a saber qué cosa. Y el propio meteorólogo, encerrado en un gulag, sigue confiando en que existe ese bien mayor, en que su encierro está beneficiando al estado, dentro del cual viven su mujer y su hija.
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