Viaje por la India
Gary
Snyder
Traducción
de José Luis Regojo Borrás y Concepción Catalán Giménez
Varasek
Madrid,
2014
257
páginas
Uno
es joven, es austero, se siente libre, entiende que el mapa del mundo no es
nada más que una reducción del plano de su apartamento, alegra con flores su
cabellera despeinada, se deja barba hasta que esta le llega al esternón y
entonces se afeita, escribe poesía y asiste a los recitales poéticos que se
ofrecen en salas con mucho humo flotando en volutas vegetales, se preocupa
tanto por cómo viste que da la sensación de que cualquier vestimenta le iría
bien, hace dietas veganas, lee en función de los adjetivos con que se
calificaron al escritor: si este era maldito, porque su biografía era la de un
hombre fuera de la sociedad, entonces sus versos merecían la pena, aunque
utilizaran la palabra retrete en lugar de la palabra pétalo, o gasolina en vez
de envidia. En esa década, el mundanal ruido era un estruendo apagadísimo si lo
comparáramos con la fecha actual, porque desde los años sesenta hasta ahora el
número de coches se ha multiplicado por millones, al igual que el de cualquier
otro vehículo que dependa del petróleo. Por las calles donde ahora circulan
diez mil personas entonces paseaban cuarenta gatos, y ya eso les parecía una
exageración, una multitud. Y tal vez lo fuera. Al margen de la soledad,
cualquier otra cosa significaba alteración. Y la alteración es un mal que
consumía algo que uno llamaría energía mística, el Chi, o de alguna otra manera informal o importada de oriente.
Después
de vivir el Japón durante unos años, donde todo era respeto y orden, uno decide
embarcarse en un viaje a la India,
desde donde llegan noticias de fortunas religiosas que no se han materializado
en algo tan siniestro como son los crucifijos que presiden la mayor parte de
los templos occidentales. Así es como Gary
Snyder (San Francisco, 1930) y su pareja, toman un barco hasta Ceylán. Y desde allí recorrerán la
India y parte de Nepal en un viaje que se plantea como la mejor academia de
aprendizaje. Incluso llegarán a compartir ruta con otros compañeros laureados
en la generación Beat, como Allen Ginsberg. La intención es volver
con una mentalidad más profunda, amplia aunque entristecida, por todo lo
aprendido durante el viaje. Y como el propio Snyder reconoce, lo más
significativo es darse cuenta de que un país que según nuestros parámetros se
consideraría pobre, está poblado por gente que acaso necesite dólares, pero que
no necesitan ni quieren compasión, piedad o aversión.
Aunque
sin fechas, Viaje por la India. La
generación Beat descubre Oriente, es un diario. Y como tal en el libro se
refleja lo que hacen los protagonistas o las improvisaciones a que se ven
obligados por los trances que les salen al paso. Sin intención de aventura, en
una época en la que los mochileros todavía resultaban unos extraños en la mayor
parte del subcontinente, Snyder y sus amigos se dedican a visitar centros
espirituales cuestionándose muy poco qué es eso de la espiritualidad. En
realidad, temas como el misticismo quedan señalados en el libro, pero no
parecen ir siendo recibidos por el interior de los viajeros. Unos viajeros que
a lo largo de estas páginas no paran de moverse, siguiendo un itinerario en el
que la prioridad son los templos. El lector echa un poco de menos algo más
pausado, ya que la descripción de la vida en torno a los templos se relata en
un estilo casi telegráfico, cuando no hubiera sobrado dar a conocer los
detalles de lo ritual.
Algo
semejante sucede cuando se encuentran con los templos humanos, es decir, con
las representaciones de quienes eligieron la vida espiritual, los lamas, los shadus. En la India cabe todo, se puede
concluir de este periplo. Y también cabe incluir cómo nos transforma, algo que
oculta, posiblemente de forma intencionada, el autor. Todo aquello que nos
cambia, que nos hace evolucionar, porque es diferente, nos cambia y nos hace
evolucionar de manera diferente a cada uno de nosotros. Porque también nosotros
somos diferentes. Dicho de otra manera, este libro es más una necesaria invitación
que un relato.
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