domingo, 11 de marzo de 2018

UNA ZONA DE OSCURIDAD


Una zona de oscuridad
El descubrimiento de la India
V. S. Naipaul
Traducción de Flora Casas Vaca
Debate
Barcelona, 2015
294 páginas



Cuando V. S. Naipaul (Chaguanas, Trinidad – 1932) emprende su primer viaje a la India, todavía no es el escritor consagrado, de culto y enriquecido que poblará su bibliografía con obras maestras. Pero ya ha escrito obras del fuste de Una casa para el señor Biswas, lo cual da cuenta de su habilidad para construir un gran relato. Apenas ha superado los treinta años y la India a la que se enfrenta es la que uno pudo vivir hace cincuenta años. Muchas de las cosas con que se encuentra, las que le resultan más significativas, apenas han cambiado en este tiempo. Millones de indios siguen, en la actualidad, defecando en cualquier sitio, al aire libre, tal y como describe él, una y otra vez, a lo largo de este Una zona de oscuridad.
Descendiente de inmigrantes indios en una colonia también inglesa, la isla de Trinidad, se pregunta si las dudas que debería llevar impresas en sus genes, su marca de origen, tienen algún sentido. De ahí ese afán de exorcismo que supone la estancia en la India durante un año, y del que no llegará a ninguna conclusión que no sea la descripción de su encuentro. Pero durante ese tiempo va aprendiendo a aceptar, a desligarse de la India, a considerarse un hombre sin pasado, sin ancestros. Años más tarde repetiría en dos ocasiones el viaje, para dar lugar a sendos libros que resultan un poco menos puros que este. Es aquí, cuando su bajo presupuesto para el viaje le obliga a compartir trenes, autobuses y hoteles con gente mundana, en lugar de entrevistarse con personajes significativos a los que recibe en la habitación de un lujoso hotel, cuando se ve obligado a dar lo mejor de sí mismo.
Como no puede ser de otra manera, comienza el viaje con enfado: por las revueltas trabas burocráticas y por la falta de higiene, que es lo primero que asalta al visitante. En consecuencia, escribe una primera parte del libro sin orden cronológico, con rigor temático. Salta de una secuencia a otra para describir la desestructuración del país. La espiritualidad amorfa, el desolador desastre que le empuja a contenerse en un impulso odiador, matizado perfectamente por unos cuadros que nos ayudan, con la calidad del gran literato que es, a formarnos precisas imágenes. Y también a relatar episodios sin moraleja, a pesar de su temática que refleja todo lo contrario a la historia de la Cenicienta. Esta visión es más una apuesta del extranjero extraviado que una posición neocolonial de quien ha asumido las costumbres de la vieja Inglaterra. Lo cual le lleva, en los mejores momentos, a ser compasivo. Entonces conmueve.
En la segunda parte, relata su prolongada estancia en un hotel de Srinagar, Cachemira. De ahí va extrayendo conclusiones que podrían calificarse como psicosociales, y que no se retienen frente a lo grotesco, o a lo que resulta grotesco para alguien que, con sinceridad, deja claro de dónde viene, cuáles son los criterios y los valores que lleva inevitablemente incorporados. En buena medida, ignora cómo debe juzgar las costumbres y las rutinas de la gente.
La tercera parte retorna al esquema de los saltos de tiempo, pero en esta ocasión ya no son temáticos, sino más bien de índole intelectual. Parte de los pareceres de escritores que vivieron la colonización y de los lugares en que los colonos británicos se instalaron para hacer de ellos centros de su vida. Y así vamos recorriendo las ruinas y los restos de lo que se nos vendió como la Gran India colonial y precolonial. La anglicidad pasa a ser un escollo en la sociedad, como prueba la absurda implantación del inglés en el lenguaje administrativo y legal, de modo que a la mayor parte de la población le resulta imposible entender qué está sucediendo, por ejemplo, en un juicio en el que son acusados.
Más viajero y menos periodista que en ocasiones posteriores, más libre de prejuicios y más humilde, Naipaul consiguió, en su primer libro de viajes sobre la India, la que es su mejor obra sobre un tema y un país que no tiene fin.


Fuente: La línea del horizonte

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