La caballería roja
Isaak
Bábel
Traducción
de Alejandro Gago
Renacimiento
Sevilla,
2017
230
páginas
La
guerra es un fracaso. Y tener talento para demostrarlo sin pronunciar la palabra,
demuestra que un jovencísimo Isaak Bábel ya era uno de los mejores escritores
rusos del pasado siglo. Su misión era dar fe del valor de los cosacos, los
militares, los soldados y el armamento ruso en la guerra contra Polonia para
definir las fronteras. El territorio es sombrío y de una rigidez helada que da
miedo perderse en él. Los soldados y toda la gente que no está armada, el
pueblo, los ancianos, los niños, las mujeres, definen qué es ese valor que se
supone Bábel va a demostrar. Valor es una palabra polisémica. En la guerra ni
existe la valentía ni nada positivo que aprender. De eso tratan estas crónicas
que, como comenta Juan Bonilla en el prólogo, son mejor literatura en conjunto
que por separado. El conjunto tiene, esta vez sí, un valor mayor que la suma
aritmética de los episodios, de las estampas, de las voces y las imágenes, de
los perfiles y los gestos.
Bábel
hace del gesto literatura, porque consigue que el periodismo sea humano,
incluso humanista. Incluso podría llegar a ser, intuimos, humanitarista. Desde
el principio comprobamos que en la guerra conviven las víctimas con la
estupidez. Más aún en un territorio donde tanto en la paz como en la guerra hay
crueldad y miseria. ¿Qué necesidad existe de oxigenar la hoguera? Porque eso es
lo que arrojan a la batalla quienes vinculan el sentido del honor con la fuerza
bruta, aquellos a quienes debería perseguir Bábel para constatar su arrojo. Sin
embargo, Bábel prefiere quedarse en la periferia, allí donde están los que
sufren sin un sable en la mano. Para él, los cosacos son extraterrestres, para
Bábel, cada individuo es una raza y así lo refleja. Sobre todo cuando sigue el
reguero que dejan tras de sí las batallas, cuando menciona los cadáveres y los
disparos a bocajarro contra personas o animales indefensos.
Estamos
en la época en que desde Moscú se empuja a todo el pueblo ruso a apoyar la
revolución, y eso implica purificar: los judíos, por ejemplo, o las mujeres más
débiles, son contrarrevolución, porque retrasan su avance. La convivencia entre
los cosacos y los judíos es un intento de mezclar agua y aceite. Pero se persiste
en purificar con las armas, en la ceguera ante algo tan inmundo que no hay ni
siquiera lugar para sentir tristeza. Y en este caso la tristeza sería un
consuelo. Para Bábel la ética de la guerra significa haber perdido el sentido
del alma. Tras el teatro de la lucha, suceden coros de canciones indecentes o
la desesperación que lleva a la bebida. Pero encuentra flecos de humanidad,
gente, personas buenas en el buen sentido de la palabra bueno. A ellos confía
el que exista, en alguna parte, una respuesta a la pregunta que pronuncia una
de las personas que conoce: ¿Dónde está la dulce revolución?
Fuente: Culturamas
Fuente: Culturamas
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