Una edad difícil
Anna
Starobinets
Traducción
de Raquel Marqués García
Nevsky
Prospects
2012
253
páginas
Para dar miedo hay que ser feo
Se nos
presenta a Anna Starobinets (1978- ) como una de las autoras más destacadas de
la nueva generación de escritores de ficción fantástica. Para demostrarlo,
Nevsky Prospects acude a la primera obra publicada por Starobinets, este grupo
de relatos que bajo el nombre del primero de ellos, Una edad difícil, aparecieron en el año 2005, cuando la autora
contaba menos de treinta años. La primera conclusión, tras la lectura del
volumen, es que a uno le apetece saber qué puede dar de sí esta escritora a
medida que vaya creciendo, a medida que se atreva a embarcarse en proyectos más
ambiciosos, en novelas que le permitan desarrollar con más hondura en esa
faceta del terror psicológico que conocemos como pesadillas, o en esa versión
de las pesadillas que es el terror psicológico. Entonces, si no hay sorpresas,
podrá mostrarnos el horror, transmitir la inquietud del miedo de una forma
menos física, menos epidérmica, como algo diferente a una enfermedad. Tal vez,
incluso, como una línea oculta en lo cotidiano, como un inevitable sustrato de
la mente.
Por lo
pronto, la supuesta hondura psicológica parece pertenecer al género de los dilemas
y de las sorpresas, es decir, cabe verlo con cierta distancia, como algo que
sólo puede sucederle a los demás. O algo propio de la narrativa, no inherente a
la vida. Como en la obra de Stephen King, con quien se la compara, el terror,
la inquietud, termina cuando termina el relato. Ismael Martínez Biurrun estudia
la obra en un prólogo que es toda una lección de cómo debe construirse una
historia de miedo: con “dos pares de guantes, los de cirujano y los de
basurero”. Acierta al graduar la locura como una alegoría sucia, y menciona la
virtud de llevarla a sus últimas consecuencias para hacerla insoportable. El
mejor testimonio de este valor literario tal vez sea el trabajo de Starobinnets
en el primer relato, donde nos muestra una familia casi cotidiana y casi
desgajada cuya vida se ve alterada por la posesión de uno de los hijos, una
posesión nada infernal, pero sí estremecedora. No existe ningún atisbo de
humor, y sí alguna influencia del mundo gore. En esta ocasión, Starobinnets
está más cerca de Darío Argento que de Kafka. Aunque, sin duda, su imaginación
es muy superior a la del cineasta italiano. Además, no da pie a que exista un
héroe, un salvador, algún personaje que ayude a uno a tener un conducto, aunque
sea estrecho, para respirar.
El
desasosiego continúa en su siguiente relato, Vivos, una fábula algo previsible inspirada en obras como Solaris o Inteligencia Artificial. Aunque en algún momento recuerda la
turbación que genera alguna obra de Marlen Haushoffer. La voz aturdida, de
corto aliento, la estrategia In Media
Res, la adjetivación destinada a remarcar que todo está enfermo, la mirada
parcial que oculta al narrador, todo ello son recursos bien manejados en manos
de Starobinets. Pero no dejan de ser tópicos. Es en los siguientes cuentos, más
cortos, más gestuales, cuando recupera un tanto la originalidad, como en La familia, donde describe una urbe
horrible, un lugar donde es imposible vivir feliz, con esa felicidad de los
anuncios de cereales. O en La agencia,
una suerte de cuento policíaco sobre el disparate, con el que el humor pasa a
formar parte de la literatura de Starobinets. La intranquilidad del hogar
colonizado por una extravagancia que es una vuelta de tuerca a lo que debería
ser la norma, se conquista en Las reglas.
Con La eternidad de Yasha conocemos
otra forma de no muerte, una metáfora de vivir sin estar vivo, por la mera
continuidad del hábito.
Transformar
una pesadilla en literatura es un reto al alcance de muy pocos. O al menos lo
que uno puede considerar una pesadilla, esa impresión que te persigue durante
un buen rato después de amanecer, incluso a la luz del sol. Kafka consigue ese
efecto. Pero no Stephen King. Acercar a Starobinets al segundo deber perseguir
un mero efecto de marketing, porque puede evolucionar superando al americano.
Esa es la mejor lectura que uno saca de este libro: el potencial de la autora
para la fantasía que araña el bulbo raquídeo.
Fuente: Quimera
No hay comentarios:
Publicar un comentario