Los amores equivocados
Cristina
Peri Rossi
Menoscuarto
Palencia,
2015
137
páginas
Para
desenredar la madeja llena de nudos que es la pornografía, esa parte del sexo
que nos forma al menos tanto como el deseo, no hace falta un diván vienés ni
una página web que llene el ordenador de malware. Ni, si se quiere ser esteta,
las mejores escenas de La vida de Adele,
una película excelente. Por norma general y si se hace bien el trabajo, basta
con un puñado de párrafos, con un relato escrito con mucha profesionalidad, con
todo el oficio que lleva tras años escribiendo alguien como Cristina Peri Rossi
(Montevideo, 1941). Los amores
equivocados contiene sexo y pornografía, pero no se limita a ello. Contiene
las conclusiones de un calendario psicoanalítico que rompe el esquema
freudiano, pero mantiene la necesidad de hacer transferencias. Es casi imposible
dejar de identificarse con el hombre que se pasa varias páginas preocupado por
ese pelo que se le está atragantando mientras lame la entrepierna de una mujer
casi desconocida. Al igual que este relato, los demás se centran en un trozo
sesgado de la vida de los protagonistas, en un paréntesis no elegido al azar.
El escritor pone los límites del espacio y del tiempo, a la vez que abre la
suposición de unas vidas. Y dentro de esos límites se atreve a decir lo que
pocos osan mencionar en voz alta. Además de ello, en Los amores equivocados
existe el sexo con su inseparable paradoja del amor o del deseo, con frecuencia
confundido con la piedad o incitado por la penetración.
Ahí
está ese camionero bueno que comprueba que no se puede ser bueno sin interrupción.
O el hecho de querer de verdad como única razón consistente para desperdiciar
una relación de pareja. O el mensaje de que la mujer ideal, finalmente, es la
misma para todos y cada uno de los hombres. Más lejos va cuando en una
habitación de hotel, contratada por horas, dos desconocidos descubren que tras
la palabra puta se esconde el complejo de Edipo. Aunque no todo sea así de
claustrofóbico. En el relato De noche, la
lluvia, esos dos elementos, tan simbólicos, son el fundamento sobre el que
dos desconocidos descubren que sí pueden estar unidos, porque ambos llevan
humanidad dentro. También plantea que en una terapia sea el terapeuta el
beneficiado de la sanación. O que en una relación lésbica una de las mujeres
mantenga una pornografía escénica mientras la otra la mantenga obscena, es
decir, fuera de escena. El libro termina con un cuento en el que todo este
mundo que nos ha mostrado queda al margen, pues lo que cuenta es la
preocupación de dos hijas por una madre anciana. Es una llamada de atención en la
que se nos dice, bien a las claras, que nos ha tenido navegando por una
realidad que sirve para huir de la realidad misma. Por algo Cristina Peri Rossi
es una de las escritoras más respetadas en nuestro idioma.
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