“La buena literatura contiene una dosis exacta de rabia, como la buena cocina contiene un punto de sal”
Charo Ruano entrevista a este autor salmantino, enamorado de la montaña y los viajes, que acaba de publicar ‘Eva en los mundos’
Hablar con Ricardo Martínez Llorca siempre tiene un punto de aventura y de complicidad, aventura porque siempre está implicado en empresas nuevas, que narra con fruición y complicidad por eso de que nos conocemos hace tiempo y sigo fervorosamente sus recomendaciones lectoras.
La literatura, el montañismo, la naturaleza, los viajes y la amistad son los bastones en los que asienta su vida, una vida que no puede explicarse sin los renglones de un libro de Stevenson, de Conrad, de tantos otros. Escritor con mayúsculas al que deberíamos un reconocimiento mayor y lector y crítico exigente…Un placer
.-En pocos meses tres libros y muy diferentes, este último Eva en los mundos ciertamente muy particular
La verdad es que este libro surgió casi sin darnos cuenta, pero supuso mucho esfuerzo terminarlo. Sucede con frecuencia con los libros: que los amores no son eternos. Este surge de un impulso potente, pues las primeras propuestas, de la mano de Alfonso Armada, eran casi una urgencia: Janet Malcolm, Joan Didion, Svletana Alexievich y Leila Guerriero. Eran perfiles que surgían de la obra, de las lecturas y de las entrevistas. Casi se escribían solos de tanto como las ha ido uno queriendo a lo largo de los años.
.-En realidad lo que le interesa es hacer literatura eso está claro
Sí. Lo que me cuesta es definir qué es literatura. Sé que tiene que ver con la sinceridad, sobre todo porque se nota cuando una obra no ha surgido por el impulso, porque al escritor se le ha impuesto. Es una suerte que uno vaya cambiando, y que su concepto de literatura vaya cambiando con él. Pero sigo sin soportar los fuegos artificiales si detrás no hay nada que no sea el ánimo de prosperar como intelectual.
.-Creo que a usted se le puede aplicar sin duda, eso de ser un escritor con una obra muy personal, alejado de modas y vanguardias, que igual escribe un libro de viajes, que una novela de lo más intimista sobre la infancia…
Debería decir eso de que no leo obras contemporáneas y cosas por el estilo, pues empañarían mi mundo personal. Pero mentiría. Cuando uno escribe invoca todo lo que es, pero uno no es nada si no se encuentra en el mundo. Y eso supone saber qué se escribe, aunque solo sea para saber contra qué se escribe. Antes he hablado de sinceridad, pero la buena literatura, creo, contiene una dosis exacta de rabia, como la buena cocina contiene un punto de sal.
.-Me ha gustado la introducción del Génesis la necesidad de morder el fruto y el imperativo viaja, explora, busca
En el Génesis están buena parte de las metáforas de lo que somos, en tanto que seres sociales. Y está la maldición de la conciencia, que parece impuesta por Dios cuando en realidad es una construcción social. La idea del paraíso perdido que nos obliga a aventurarnos en la vida es uno de los grandes logros ocultos del Génesis: la vida como aventura es la metáfora con la que nos gustaría entender nuestros días y nuestras noches, y no la vida sedentaria en el diván de un jardín ideal.
.-Cómo eligió a sus Evas, porque no se trata solo de mujeres especiales, sino de mujeres con una especial mirada y un especial arte para contar
Alfonso Armada tuvo buena culpa de esas elecciones. Comenzó por sugerirme a Janet Malcolm, hace algún tiempo. Luego a Joan Didion y entonces hablamos de una serie de perfiles. Más tarde, buscando otras figuras de esa envergadura le pregunté a Pilar Rubio, la editora de La línea del horizonte, a quien le encantan las cronistas históricas: Martha Gellhorn, Rebecca West, Carmen de Burgos… Se interesó tanto que me habló de la posibilidad de publicar el libro. Yo elegí a algunas escritoras que me parecieron más tangenciales al género del periodismo, pero sin cuya presencia no entenderíamos buena parte del mundo actual, como Edna O’Brien y sus libros autorreferenciales sobre el mundo rural y Marina Tsvetaieva, una poeta inmensa con mucho fondo de tristeza, cuya correspondencia esconde, tras las confesiones de amor, la historia de la condición humana de la mitad del planeta durante el siglo pasado.
.-Son mujeres que hablan de la guerra y hablan de lo cotidiano, mujeres que hacen crónica de lo que ocurre y también literatura y a las que la historia casi ha borrado
La historia no pone a cada uno en su sitio. Nos han colado muchos goles y seguro que se nos han escapado demasiadas cosas buenas. La verdad es que casi es una suerte no pasar a la historia, que está hecha un asquito. Basta con asomarse un poco a ella para comprobarlo. Pero eso no importa. Por suerte, tengo la impresión de que se va equilibrando mucho la balanza en el tema de género. Estas autoras han hecho literatura, y de muy alto voltaje y en diferentes géneros, incluso con su biografía. Me llamó la atención la posibilidad de que fueran Evas, pero por mis amores personales. Cuando leo no me planteo el género de la persona que está detrás de lo escrito. Lo que importa es la empatía, la compasión. ¿Son cualidades más bien femeninas? Es posible. La cultura patriarcal, al menos, así las atribuye. Espero, eso sí, que nadie se olvide de estas mujeres. Su obra merece mucho más que respeto.
.-Me imagino que no me va a decir su o sus preferidas, yo reconozco mi debilidad absoluta por el retrato que hace de Carmen de Burgos, pero a medida que avanzaba todas me iban conquistando, es decir nunca decae el interés y cuando llegas a Svletana Alexiévich o Leila Guerreiro, vivas aún, te dan ganas de llorar a gritos y de aplaudir
Agradezco mucho el elogio. Con Leila pude comunicarme, aunque no nos conocemos personalmente. Es tan interesante como lo que escribe. La verdad es que si le dieran un premio importante, como el merecidísimo de Svletana Alexiévich, me parecería fenomenal. Sí tengo mis debilidades entre los perfiles, pero, efectivamente, no voy a confesarlo, excepto el caso de Janet Malcolm, porque fue la primera. Lo de Carmen de Burgos merece mucho más que este perfil. Todavía se me pone la piel de gallina cuando recuerdo cómo narra algunas de las situaciones que se dieron en su viaje por Europa, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial. Una vez en manos del lector, la obra le pertenece; estaría bien que cada uno tuviera su propio perfil favorito. Yo puse mucha buena voluntad y un montón de horas de trabajo.
.-En realidad hay algo que une a sus Evas y es la soledad, pero cada una, una soledad particular e intransferible
Es que esa es la gran maldición, la soledad, la expulsión auténtica del paraíso, la que hace que alguien se rebele y sin rebeldía somos una miseria, un patrón animal. La soledad es una sucesión de batallas que hay que luchar, todas, incluso las que sabemos perdidas. O sobre todo esas, las perdidas. La dignidad está en lucharlas. Nacemos solos y morimos solos, por muy mal que nos siente. De no tener una soledad única, no tendrían un mundo propio en el que merece mucho la pena sumergirse.
.- En estos viajes por el mundo de la mano de estas mujeres que aprendemos diferente a lo que nos hubiera contado un hombre, es una mirada, una sensación, otra forma de contar… o no hay diferencias
Me cuesta admitir que en el año 2019 hay diferencias. No sé si existen entre las cronistas y las escritoras actuales, comparado con los cronistas y los escritores de hoy, ni si las que existen son importantes. Pero varias de las Evas son y han podido ser precisamente por esas diferencias o a pesar de ellas y esforzándose más que si hubieran nacido varones: en ese contexto hay que valorar mucho a Sofía Casanova, por ejemplo. Incluso la propia Martha Gellhorn, conocida por haber estado casada unos años con Hemingway, una temporada en la que ella narraba el rostro de la guerra mientras él bebía ron en las playas de Cuba. No quiero minusvalorar a Hemingway, aunque, con el debido respeto, cabe decir escribió algunas novelas muy malas (no El viejo y el mar y sus relatos cortos son magníficos), pero Martha merece un espacio propio, de hecho, no he leído un solo párrafo de ella que no merezca la pena. En buena medida, es la precursora del reportaje de conflicto contemporáneo. Marie Colvin, la periodista famosa por su parche en el ojo y por su militancia contra la guerra llegando hasta el corazón de quienes de verdad la luchan, que son los civiles, la tenía por escritora de cabecera. No me extraña.
.- Y a usted como le han sorprendido o impresionado lo que estas mujeres hicieron
Me sigue sorprendiendo. Basta con abrir uno de sus libros para darse cuenta: leas lo que leas, uno lo hace como si estuviera sucediendo ahora mismo. Me sorprende mucho su literatura. El libro de Rebecca West, Cordero negro, halcón gris, es una experiencia descomunal, por mucho que uno se cuestione los principios sobre los que se asienta. Yo me lo creí, y eso es lo que importa. Sé de gente que no ha sido capaz de terminar un libro de Alexiévich, de tan impactante como resulta. No me extraña. A uno se le viene el sistema solar encima cuando piensa en las razones que la llevaron a escribirlos.
.- No debió ser fácil elegirlas, habrá más historias sobre mujeres como estas
Me encantaría. Hay todavía un terreno por explorar: las Evas que no nacieron para escribir, pero completaron sus vidas escribiendo: alpinistas, aviadoras, navegantes… Tal vez más adelante. Ojalá.
Ricardo Martínez Llorca nació y vive en Salamanca donde se licenció en Bellas Artes y donde ejerce como profesor de dibujo. La escritura vinculada al mundo de la montaña, la naturaleza y los viajes ha jalonado la biografía de sus últimos años. Como reseñista y articulista ha publicado en diferentes medios y, actualmente, lo hace en la revista Quimera.
Desde su primera novela, Tan alto el silencio, 1998, en la que evoca la figura de su hermano David, fallecido en el ejercicio del alpinismo, ya asoma su predilección por un género al que aporta una singular maestría literaria. Al mismo tema, pertenece su libro El precio de ser pájaro. Grandes tragedias del alpinismo español, 2000 y, en los siguientes, ya sea a través de la novela o el relato, la realidad inspira muchas de sus ficciones: El paisaje vacío, 2002, galardonado con el Premio Jaén en 2001, El carrillón de los vientos, 2008 y la última, Hijos de Caín, 2013. Al género de viajes pertenece Cinturón de cobre. Un encuentro con Zambia, fragmentos y ficciones, 2001 y el presente Al otro lado de la luz. Una experiencia en Mozambique, 2013
Escritor, crítico literario, alpinista y viajero impenitente. Suyos son los libros 'Tan alto el silencio' (finalista del premio Tigre Juan), en 1998, su primera novela. 'El paisaje vacío' (premio Jaén), 'El carillón de los vientos', 'Después de la nieve', 'Cinturón de cobre', 'Al otro lado de la luz', 'Hijos de Caín', 'El precio de ser pájaro' y 'Luz en las grietas'. Es crítico literario en Quimera, Revista de letras, FronteraD, Oculta Lit, La línea del horizonte, Sal&Roca / Público / Nueva Tribuna, y dirige la sección "Viajes y libros" en Culturamas. “Hasta la frontera de mi sueño” y “ Mi deuda con el paraíso” en 2018, son sus libros más recientes, hasta este “Eva en los mundos” que acaba de ver la luz
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