Imágenes de Suecia
Lars
Gustafsson y Agneta Blomqvist
Traducción
de Neila García
Nórdica
Madrid,
2018
199
páginas
“Vemos
soledad, borrachera y peleas, pero también alguna pareja que regresa feliz a
casa en esta interminable noche de verano”, dicen, con toda la sencillez del
mundo, los autores para concluir una de las estampas del libro. La frase
contiene, en cierta medida, todo lo que nos obliga a pensar y sentir el libro.
De entrada, cabe señalar que las noches de verano en Suecia son muy cortas si
uno se atiene al reloj. Pero pueden ser interminables si alguien desea que no
se acabe nunca. Ese alguien son los narradores del libro, quienes acostumbran a
mirar en vaso medio lleno de belleza. Aquí lo que importa no es la soledad y
las peleas, algo que ha existido siempre, sino las parejas felices con las que
remata lo que presencian, algo que o permanece o se ha inventado recientemente
en este país que es Suecia. El libro está escrito siempre en ese tono sencillo,
tan difícil de componer si uno escribe con la cabeza. Lo extraño es escribir
con los sentimientos. Pero al menos uno de los autores, Lars Gustafsson, nos
demostró en Muerte de un apicultor
que posee el don rarísimo de evadir lo complejo a lo que nos lleva con
frecuencia la mente, para escribir con un cariño que nos puede llevar casi
hasta las lágrimas. En este caso, no hay tristeza, aunque sí nostalgia. Pero lo
nuevo, aquello que ha venido a implantarse encima de algo que, ahora nos damos
cuenta, nos gustaría haber conservado, puede poseer también enigma, descubrimiento
y ser fuente de la que emana algo bueno.
Para
ello recobran la escala humana, que es desde y para la que escriben. No importa
si se trata de algo inmenso, como un fiordo, o un minúsculo detalle en la
fachada de un gran edificio. Concebir que escriben para los hombres es uno de
sus éxitos, tal vez la clave que hace de este libro un ejemplo de cómo representar
el cariño sin caer en pornografía sentimental. La amabilidad se impone también
cuando hablan con el pasado, pues las estampas nos detallan el lugar, pero
también lo que fue y hasta lo que pudo haber sido. Es Suecia por una suerte de
azares que llevaron a los autores a nacer dentro de unas fronteras, pero en
literatura, en arte, lo que tenemos delante es hogar. Es infancia, por
supuesto, y es ilusión de cara al futuro, pese a la polución que lleva, también
amablemente, a la melancolía. Aquí y allá aparecen las leyendas y los seres
emblemáticos del país. Y constantemente se busca el equilibrio entre la
civilización y la naturaleza. Se busca y se desea, como se desean tantas cosas
que nos hacen mejores, como se desea la poesía. Pues, sin duda, estamos frente
a un libro que es más poesía que viaje. Un libro que nos habla de un modo de
vida universal u particular a un tiempo. Y nos habla de unos autores que saben
que para sobrevivir en un planeta que parece venirse abajo, no habiendo sitio
al que huir, o uno siente con el punto justo de ternura lo más próximo, o
acabará destrozado. Un libro hermoso construido con los cimientos de un país y
los tabiques de la literatura. Un libro bueno, en el buen sentido de la palabra
bueno.
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