La vuelta al mundo de Lizzy
Fogg
Elisabeth
G. Iborra
Casiopea
2018
530
páginas
El
trastorno ciclotímico se trata de una forma de bipolaridad acelerada. Los
episodios de euforia y depresión se suceden a toda pastilla, con una frecuencia
de taquicardia. Elisabeth G. Iborra (Zaragoza, 1977) ha viajado por buena parte
del mundo y el resultado es ciclotímico, sin que esto sea un adjetivo que
perjudique a nuestro juicio del libro. Iborra, eso sí, ha decidido reposar al
término de la suma de los viajes, y entregarnos el resumen en dos obras: la
eufórica y la depresiva, las buenas y las malas experiencias. Esta es la parte
que se corresponde a la euforia y como tal se lee. Nos encontramos frente a una
viajera en formación, una mujer que está aprendiendo a viajar, que comienza
llevándose su maleta y su portátil, sus botas de lluvia y sus botas de tacón, y
con la misma ropa que si saliera por las calles de Zaragoza. En ese sentido,
hay que alabar la sinceridad de la autora. Desde el principio elimina el disfraz
del mochilero. Y los mochileros, al fin y al cabo y sobre todo en países donde
el viaje es barato, son una forma de turista un tanto menos sofisticada. En
contra, también, del viajero con mochila, ella se desplaza mucho, pero
permanece poco tiempo en cada lugar. Queda siempre la promesa de volver,
lanzada al viento de los deseos.
Pero
no siempre será así. Llegará un momento en que se irá planteando reducir la
frecuencia. Lo que ocurre es que no lo confiesa ni lo permite la inmensidad de
países como México, donde se detiene, por ejemplo, en San Cristóbal de las
Casas, un lugar al que merece la pena dedicarle un mes entero de viaje. Para
entonces ya ha reducido algo el equipaje y acepta otra forma de viaje que no
sea la del Bon Vivant. A Elisabeth le
encanta comer bien y beber buen vino. En ocasiones, su jornada de viaje se
reduce a la descripción hedonista del día. Contrata guías, de modo que sus
viajes son semiorganizados. Porque su bulimia por ver lugares nuevos es una
tentación demasiado latente. De este modo, nos presenta un libro en el que
puedes seguirla más a ella que a los lugares que visita. En cierto modo, sirve
de guía de viajes, sí, pues te comenta cómo llegar a los lugares, aunque sea
con la confusión que reina en China, y los mejores sitios para refrescarse,
comer y dormir. El estilo con el que escribe parece destinado a un blog, a un
diario de divulgación sobre la marcha para sus amigos. De ahí que frecuente el
diálogo con el lector como si quisiera comentarle las cosas sobre la marcha. El
estilo es muy optimista, juvenil y, de nuevo sin que sirva de adjetivo que
descalifique al libro, casi escolar. Escolar en el sentido de humilde y
sencillo, un tanto ingenuo.
Y
es femenino, pues no se guarda el pudor de confesar que sus ratos más propios
de turista son los de ir de compras, y que para ello acude a la llamada de los
centros de moda y diseño para mujeres. Pero también es femenino en lo que atañe
a que lo bueno que surge de los viajes se lo debe, en cierta medida, a su
sonrisa. Nos gustaría saber cuánto tiene que ver eso con la siguiente entrega,
en la que nos hablará de sus malas experiencias, esperemos que también con
humor, con este humor para todos los públicos que la caracteriza. Porque aquí
se toma a broma todo, pues el resultado es, siempre, una buena experiencia
incluso en los momentos más traumáticos. Que apenas duran dos líneas, porque
viajamos con ella a una velocidad de la que necesitamos descansar. De hecho,
recomendaríamos que el lector no pensara en sentarse para terminar el libro lo
antes posible. Tal vez la mejor idea sea ir a capítulo por día y combinar la
lectura con otro tipo de literatura o afición.
No
nos iremos sin destacar que entre líneas se lee un cambio en Elisabeth, debido
a la influencia de los humildes. De las visitas a Suiza uno regresa contento. Pero
de países como Laos, que es con el que ella entra a un mundo diferente, uno
regresa transformado, con la sensación de querer meter al país entero en tu
hogar.
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