La Amazonia
Eliane Brum
Traducción de Mercedes
Vaquero Granados
Salamandra
Barcelona, 2024
430 páginas
Este libro es un trabajo
periodístico con intenciones muy militantes. No llama a engaño, lo cual se
agradece, pues además la causa que defiende no puede ser más sana, más pura,
más justa, más utópica y más necesaria: la Amazonia, y con ella todos los que
la habitan, como representación máxima de los territorios sagrados en los que
defender las buenas causas buenas, aquello que deberíamos proteger para salvar
al planeta, a la humanidad, es decir, la naturaleza y las personas. En buena
medida no descubre nada que ya no supiéramos, pero sí nos vamos dando cuenta, a
medida que avanzamos en la lectura, que esta implicación personal de la autora,
Eliane Brum (Ijuí, Río Grande del Sur, 1966), nos habla de lo importante que es
desaprender para poder reinventarnos en condiciones, como mejores personas.
Brum se ha implicado desde hace tiempo en las causas ecofeministas y de defensa
de etnias minoritarias, lo cual ha terminado por llevarla a vivir en una ciudad
en el corazón de la Amazonia, Altamira.
La implicación de la autora
en la defensa de lo que deberíamos todos defender es muy pasional. Nos invita a
idear, o a encontrar, no sabemos bien por qué verbo decidirnos, nuestro propio
ecosistema, y a continuación empujarse a uno mismo a formar parte de ese
ecosistema. Debemos advertir que nuestra periodista militante no se esconde,
más bien al contrario, utiliza estos principios para hablar constantemente de
sí misma, en lo que podría ser la aportación más literaria del libro. No es
improbable que el lector termine por darse cuenta de que quien nos habla tiene
ciertos problemas con el narcisismo, como ella misma reconoce al mencionar que
lleva treinta años psicoanalizándose, y no es difícil conjeturar que estos se
encuentran en la infancia y adolescencia, pues también menciona que fue madre
sola con quince años. A partir de ahí, asistimos a las palabras de alguien que
se mueve en la lucha, pues este es su medio natural. Claro que en esta lucha,
en la que ella está en el departamento de las denuncias, es contra cualquier forma
de violencia: la colonial, la machista, la étnica, la política, la económica,
la de poderoso contra el perdedor, la climática, etc. La relación de datos y,
sobre todo, de hechos en los que esta violencia se ha ejercido ocupan buena
parte del texto, y se extienden en el pasado para hablarnos de la historia de
Brasil desde la primera colonización. La resistencia de los pueblos de la
selva, o que son selva, como indicaría ella, es una llamada a la rebelión que
nos remite a nuestro pasado adolescente, ese en que creíamos que podríamos
cambiar el mundo, que es el motor militante que no debería nunca de estar
activo. Si no emulamos a estos pueblos selva o a los campesinos agroecológicos,
¿en qué nos convertimos?
Brum pretende ser el
Pepito Grillo, la voz de la conciencia, y se muestra pesimista. Pero no baja
los brazos. De hecho, no hace tanto que se instaló en Altamira y cuando pasada
la mitad del libro nos habla del lugar, no esconde todo lo criminal que por
allí campa. A una edad en la que uno desea vivir en chanclas mirando al mar,
ella opta por sumar problemas, porque si no acudes a ellos, si los escondes, no
vas a resolver. La literatura militante nos recuerda que no sirve de nada
esconder la mierda debajo de la alfombra. Nada mejor para reflejarlo que este
lugar, la Amazonia, que se nos dibuja como la antisociedad, donde no existe el Estado,
donde desde siempre parece imperar la ley del más fuerte, donde todos son reos
de unos Liberty Valance que nada tienen de leyenda ni de mito, porque la
realidad es mucho más sucia.
Fuente: Zenda
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