Doppelganger
Naomi
Klein
Traducción
de Ana Pedrero e Ignacio Villaro
Paidós
Barcelona,
2024
461
páginas
El
proyecto de Naomi Klein (Montreal, 1970) pasa por la certeza de que las
sociedades son porosas y están interconectadas. Frente a las tendencias actuales
de supervivencia económica, frente al darwinismo social, Klein tiene plena fe
en los conceptos básicos de comunidad. Ella misma describe su labor de investigación
y denuncia como «reconocimiento de patrones», contra los que pide una
revolución sin agresividad, un cambio de paradigma, centrado, siguiendo el
consejo de John Berger, en la calma «para atemperar el caos que reina a mi alrededor,
en mi propia mente y también en la de mis lectores», confiesa. Por lo que ella
aboga es por la inteligencia sensible, y esta sólo puede venir si el caldo
sobre el que trabaja contiene todos los ingredientes, si conocemos cómo
funciona este planeta, que tiene una innegable tendencia al embrutecimiento,
donde las palabras se están sustituyendo por gruñidos. En esta ocasión el
detonante de su libro es una confusión de identidades, en la que se implica
otra escritora, Naomi Wolf, que es una activista de posturas que pertenecen a
lo que hoy conocemos como la derecha institucional. La descripción que hace de
su doble intenta ser respetuosa, pero no es improbable que se interprete como
una caricatura: en cualquier caso, es un asunto serio, pues ya no existe forma
de separar lo serio de lo ridículo, que conviven como animales simbiontes.
Lo
terrible del tema del doble, del doppleganger, es que las naciones y las
culturas también pueden tenerlo, facilitando, al igual que la convivencia de lo
serio y lo ridículo, la convivencia de lo democrático y lo autoritario, de lo
secular y lo teocrático, de lo pluralista y lo fascista. Klein pretende la
calma, Wolf la agitación. Por regla general, pensaríamos que una representa a
la izquierda institucional y la otra a la derecha reaccionaria, y es cierto que
se oponen en los dos lados de la balanza, pero lo que nos expone Klein en todo
momento es que entre lo bueno y lo malo lo mejor no es lo regular. La mayoría
estamos acostumbrados a los ritmos y los hábitos del lugar del que venimos, de
ahí el desconcierto cuando comprobamos cómo nuestros seres queridos se
comportan de manera desconocida, orientando sus pareceres por el principio de
si ellos creen esto, yo tengo que pensar lo contrario.
Klein
entra de lleno en la forma en que construimos la realidad, o para ser más
exactos, las dos realidades con las que convivimos: la tangible y la virtual.
Nos habla de lo capcioso que es la generada en redes, la anónima, a la que poco
le importa la convivencia pues en lugar de conectarnos lo que consiguen es
extraer algo de nosotros. Estudia qué miedos y rabias se explotan en la
economía de la atención, para tratar de colocarse en la mente de otros, para
entender cómo funcionan los resortes de cabezas cuya mayor representación es
uno de los colegas de su doble, Steve Banon. A provechando las situaciones que
surgieron durante la crisis del COVID, analiza cómo se crean verdades
alternativas y concede a la gente el derecho a creérselas, mientras expone algo
que ya ha sido todo un clásico en la historia de las corrientes fascistas: el
robo del lenguaje de la rebelión, sin la apropiación de las auténticas causas
de justicia. En realidad, en su proyecto por conseguir calma, se preocupa por el
envenenamiento consecuente a la polarización: ¿hay algún síndrome que explique
este fenómeno que divide a una sociedad en dos facciones opuestas, cada una de
ellas convencidas de que la otra ha sido sustituida por su doppelganger?
«Nosotros pataleamos, ellos abrazan». «Es como si, en cuanto el mundo del
espejo encuentra un problema con algo, eso mismo dejase automáticamente de
importar fuera de él», dice.
Y
al fondo está el asunto que más ha venido reivindicando Klein desde No logo
hasta Esto lo cambia todo, pasando por La doctrina del shock, que
es la estructura que sirve para salvaguardar los intereses de los poderosos.
Aquí estudiando cuál puede ser el proceso que sigue una sociedad hasta
convertirse en su doble fascista, un mundo tacaño cuando se trata de ayudar,
que sucumbe a las tendencias conspirativas, en el que los haters siempre
verán en ti un representante del grupo que desprecian, en el que «tú no eres
tú; eres tu doble étnico, racial o religioso, y no puedes desprenderte de ese
doble porque no lo creaste tú». De nuevo lúcida, Naomi Klein vuelve a construir
un libro que no importa, un retrato que nos afecta, una obra que nos explica. Doppleganger
es un ensayo magistral.
Fuente: Zenda
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