Cruce
de vías
José
Antonio Garriga Vela
Candaya
Barcelona,
2024
305
páginas
«Me
respondió que perder la propia vida es una nimiedad, pero perder el sentido de
la vida, ver cómo desaparece nuestra lógica, es insoportable». La frase la
imagina José Antonio Garriga Vela (Barcelona, 1954) en boca de Albert Camus
durante un encuentro con él. En realidad, con quien se está encontrando,
constantemente, es con sus fantasmas. Deberíamos mostrarnos agradecidos por los
fantasmas, por la lección de fantasmas que Garriga Vela ha ido exponiendo a lo
largo de los años en las páginas del diario Sur, de Málaga, y que nos
demuestran que no se trata de seres a los que debamos temer. Uno tiene derecho
a elegir la calidad de sus fantasmas, es decir, uno tiene derecho a crear el
firme sobre el que se traza la ruta de la memoria. Garriga Vela reconoce que
esta selección de textos responde a sus inquietudes personales —viajes,
relaciones, soledad, mudanzas, paso del tiempo, la muerte— y, sobre todo, a la
memoria que «siempre vuelve para poner las cosas en su sitio». «Lo bueno de la
memoria es que no conoce límites, ni siquiera la frontera de la muerte», dirá
en algún momento. Esta selección nos
habla de muchas cosas, pero mayormente nos habla de él, del autor: «Yo soy el
hombre que duerme. El que espera», concluye en un mensaje que un segundo antes
había sostenido: «El hombre vive de la imaginación, se gana la vida gracias a
ella y los viajes le ayudan más que ninguna otra cosa».
Los
viajes como ideal, pero también una infancia, en la que todos nos reconocemos,
son parte de este autorretrato. Se trata de demostrarnos que uno es especial
siendo uno más. Aunque la principal enseñanza que uno extrae de este compendio es
que uno puede sentir que la vida sucede sin malestar. ¿Cuál es el antónimo de
malestar? Bienestar. ¿Y el de desasosiego? Sosiego. El de guerra es pasa, el de
dolor salud, el de nerviosismo tranquilidad. Pero Garriga Vela no acude a
mostrarnos la importancia de estos sustantivos como si estuviéramos frente a un
libro de autoayuda. ¿Cuál es el antónimo de autoayuda? Posiblemente sea
descubrimiento. Para ello, Garriga Vela nos recuerda, una y otra vez, que la
vida es eso que sucede ahí afuera, pero que las emociones y los sentimientos
son lo que sucede de la piel hacia dentro. En este último territorio lo que se
impone es la convicción de que no necesito perdonarme nada, porque no he
intentado hacer daño. He fabulado y he recorrido caminos para sentirme, para
saberme vivo, porque soy un tipo curioso, pero no he hecho daño. Me he limitado
a ir creciendo sin intentar inflarme como un globo, que corre el riesgo de
explotar. Y aquí nos expone sus pequeñas confesiones, en las que nos indica que
el pasado seguramente era más bonito que el presente, que lo echa de menos,
pero que las emociones guardan la misma intensidad con la que se impusieron en
su momento, y que por tanto sigue igual de vivo. Y en esa vida ha ido creando
sus propios mitos que no nos intenta imponer: se limita a indicar que cada uno
tenemos derecho a crear los nuestros, y que la función de estos mitos será
hacernos compañía en la soledad, en la solitud, en la inevitable sensación de
que por muchas personas que uno quiera y que a uno le quieran, en los momentos
difíciles está solo. Es decir, solo con sus mitos. Que son una muchedumbre, un
coro y una guía.
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