La casa de una
escritora en Gales
Jan Morris
Traducción de Blanca Gago
Gallo Nero
Madrid, 2023
123 páginas
Mirar al cielo sin
esperar respuesta. En eso consiste la vida de una escritora retirada a un lugar
que aparenta ser de retiro, pero que puede considerarse, con muchos motivos, el
centro del universo. Jan Morris (1926-2020) escribió La casa de una
escritora en Gales tras recorrer medio planeta y entregarnos algunas de las
obras de periodismo de viajes más hermosas del siglo pasado: Trieste,
Venecia, Manhattan 45 o el extraordinario La coronación del Everest
dan buena fe de ello. Pero vivir cansa y uno requiere descansar de vivir
practicando, como hace ella en su casa en el monte, el oficio de sentirse vivo.
Morris nos acerca a un Gales en el que los misterios ya se han desvelado, pero
que mantiene viva la llama de su peculiaridad, su idiosincrasia y esa rebeldía
contra la geopolítica y la civilización que nos altera.
El libro es una
confesión, pues nos da fe de cómo es la vida que se ha ido construyendo a
través de la descripción de aquello de lo que se ha ido rodeando. Morris elige
lo natural, la naturaleza, la vida rural, lo que se supone que es el descanso,
lo que nos aleja de la neurosis. Se identifica con lo peculiar del territorio y
defiende esa parte que supone dar la espalda a la vida urbana, pero no maldice,
sino que elogia con parsimonia su buena elección. Hasta tal punto que uno
pensaría, durante la lectura, que el libro está redactado a mediados del siglo
pasado, pero de repente Morris nos descubre una línea de internet, o un
teléfono móvil, que nos recuerda que nos habla desde un momento bastante
contemporáneo.
Gales es un territorio
que vive al margen del resto de las islas británicas, por proyección, por
estilo de vida y por geografía, y esa peculiaridad lleva a Morris a considerar
que las pequeñas tradiciones vivas deben ser buenas tradiciones. A partir de ahí,
se centra en comentar cómo la vida de las pequeñas criaturas y de las pequeñas
decisiones son el hilo con el que se teje un presente en el que vivir con algo
que llamaremos armonía. El texto apunta a poético, pero la armonía que nos
muestra es bastante pictórica, como si pretendiera arrimarse más a la poesía
visual que a la literaria. Huertos, árboles, libros, sabiduría popular, algún
cuadro y su gato, rodean a la escritora con el encantamiento justo para
animarnos a emular su suerte, o al menos a envidiarla. Con tanta bronca que hay
en el mudo y qué sereno se ve Gales, el rincón de Gales en el que Jan Morris se
refugia.
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