El tejido de la
naturaleza
Anne Sverdrup-Thygeson
Traducción de Ana Flecha
Marco
Barlin libros
Valencia, 2023
267 páginas
La palabra está demasiado
gastada, de tan mal uso como se ha hecho de ella, de tanto dispararla y tanto
utilizarla para chantajes afectivos, pero es la palabra precisa: amor. Hay
libros que son puro amor, y este, El tejido de la naturaleza, entra de
lleno en esa categoría. Anne Sverdrup-Thygeson (Noruega, 1966) es una bióloga que
conocimos en nuestro país a través de Terra Insecta, un libro que nos
descubre las maravillosas funciones que tienen los insectos en el conjunto de
la vida. Ahora se adentra en un ensayo muy divulgativo, increíblemente
entretenido, que no desfallece jamás, en el que atiende a diversos aspectos de
la naturaleza y nuestra relación con ella. Sverdrup fragmenta los capítulos y la
atención, pero no pierde de vista que la naturaleza, y nosotros dentro de ella,
es un asunto holístico. No se trata tanto de exponer la hipótesis de Gaia, como
de descubrir para el lector todo lo hermoso que contiene la naturaleza. A la
hora de la verdad, la mejor forma de concienciar, de combatir el deterioro ecológico,
no es la reivindicación mediática, sino llevar a la gente al monte, a la costa,
al desierto, al bosque, a cualquier lugar donde pueda identificarse con un poco
de naturaleza, y permitirle sanar de este déficit, que está imbricado con
muchas otras enfermedades.
Aconsejaríamos leer este
libro disponiendo de algún medio que nos permita poner imágenes y movimiento a
los temas de los que Sverdrup-Thygeson nos habla. Es imposible no sentir la
tentación de conocer los hongos, los insectos, los microrganismos o las aves de
las que va dando noticia. Su misión es conseguir que nos enamoremos de todo
ello. Es cierto que no faltan los momentos en los que comenta la tristeza de la
pérdida y los riesgos de hacer que esta sea irreversible, pero no desfallece a
la hora de conseguir que el amor se imponga. Sverdrup-Thygeson escribe
capítulos cortos, sencillos, con cierta ingenuidad, que viene a ser tanto como
decir con cierta libertad, que nos recuerda, con frecuencia, a Edward O. Wilson,
el entomólogo que acuñó conceptos como biofilia o eremoceno. Nos hablará de
nuestros vínculos con las abejas, de la biónica en el diseño, de musgos y hábitos,
nos hablará sobre el mar como catalizador del bienestar del planeta o de los
recursos de los pequeños seres para reproducirse. Tratará también sobre usos
que le damos a los recursos naturales y sus efectos, sobre los errores de la
repoblación o del césped, sobre el cambio climático, pero siempre mirando hacia
los seres vivos, hacia los seres que, a través de sus ojos, nos resultan feéricos.
Hay algo de cuento de hadas en sus pequeños ensayos, que parten de la
experiencia propia, que explica cómo se genera y se mantiene vivo el amor por
la naturaleza. Este libro está lleno de descubrimientos, de esos pequeños
detalles que catalizan toda una forma de bienestar y de los que todavía estamos
a tiempo de disfrutar. No se menciona la ecofobia que se ha impuesto en la vida
contemporánea, como si la autora quisiera obviar la posibilidad del ser humano
de dar la espalda a las buenas cosas buenas en las que ella tiene tanta fe. En
ese sentido, está más cerca de una ecopsicología, de una ecomeditación, de un humanismo
que puede parecer nuevo, pero que se lleva practicando miles de años, porque si
una ciudad como Nueva York puede construir el mito de ser un estado de ánimo,
la naturaleza resulta ser un estado de ánimo como realidad. Debemos dejar que
la curiosidad tenga las puertas abiertas y acercarnos a la observación de la
naturaleza como Sverdrup-Thygeson hace. Y si la naturaleza no está a nuestro
alcance fácilmente, debemos embarcarnos una y otra vez en esta deliciosa
lectura.
Fuente: Zenda
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