Ya estábamos al final
de algo
Daniel Bernabé
Bruguera
Barcelona, 2021
158 páginas
¿Cómo hemos llegado hasta
aquí? ¿En qué posición nos encontramos tras una crisis provocada por un virus
que no ha hecho sino acelerar el mal, como demostró Naomi Klein que podría
suceder en La doctrina del shock?
“La democracia no se construye sola. La democracia se ve amenazada por demasiados enemigos y tiene muy pocos defensores. Entre los enemigos: el sesgo neoliberal, que aparta la economía del control político; la escasez, que nos impide desarrollar de forma llena nuestra ciudadanía; la educación, que nos convierte en excelente técnicos y en grandes ignorantes de nuestra responsabilidad social; la crítica indiscriminada a los políticos, que nos impide separa el grano de la paja; la política reducida al relato por temor a la acción; el big data, que nos gobierna a todos y que nos ata a las tinieblas; el ecosistema que nos rodea, infectado de mentiras y conspiración, y la emocionalidad pueril, que impide que nos demos cuenta de que la sociedad se construye entre todos.”
De este sesgo es este
ensayo, divulgativo, preciso y certero, que nos enfrenta a lo peor de nosotros
mismos, a los seres que han construido una sociedad en la que impera el
infantilismo y supeditada a la economía, que se impone como si fuera una ciencia
exacta. ¿Qué estructuras han podido surgir de ahí? A eso se enfrenta Bernabé,
en una suerte de resoluciones que se podrían tildar de izquierdas, pero que, en
ese caso, estaríamos cayendo en la trampa que él mismo denuncia: el reduccionismo
infantil y el pensamiento, también infantil, conspirativo. De hecho, Bernabé se
muestra sensato y fuerte, pero llega a ser tan respetuoso como para denunciar a
ciertos movimientos como ultraderecha populista, cuando es posible -otros lo
analizarán mejor- que se refiera a algo peor que el fascismo.
Bernabé no ha sido
complaciente con la izquierda, o al menos con la izquierda parlamentaria, como
demostró en La trampa de la diversidad, donde comenta que el progresismo
sólo presta atención a las representaciones y el relativismo, y a la
diversidad, claro está, apartándose de la búsqueda de la igualdad para resaltar
las diferencias entre las personas: si antes pretendía redistribuir, ahora se
obsesiona con esas representaciones:
“El problema que ha encontrado el progresismo del siglo XXI, y que se resiste a admitir, es que su defensa de la diversidad no era una defensa de los derechos civiles, que es lo que había caracterizado esta lucha en el siglo XX, ni de la representación, sino una defensa de la diferencia. Y cada identidad, cada vez más atomizada, hace valer de forma competitiva esa diferencia mediante un intercambio con las monedas de la opresión y el privilegio. Algo que, al final, es una traslación bastante afinada del funcionamiento de la sociedad neoliberal”.
Dicho de otro modo, frente
al causante de tanta crisis, estamos indefensos: “Una cultura se agota a medida
que el sistema político-económico del que parte y al que refleja decae, mientras
que no existe una alternativa que se le oponga espoleándole. En este interludio
surgen los monstruos”. Bernabé diferencia cuatro monstruos, cuatro crisis, que
analizar para aprender, si es posible y si maduramos, de nuestro pasado: la
económica, la ambiental, la cultural o identitaria y la de legitimidad de la democracia
liberal. Y nos presenta un panorama pesimista, del que uno se siente tentado a
huir. Aunque, a la hora de la verdad, siempre se agradece el conocimiento, que
es, en este caso, lo opuesto a la cobardía. Para caer en el error del cobarde
se han inventado los eslóganes baratos, de identidad, cultura y farsa
democrática, que están explotando los poderosos para llegar a la emoción de los
perdedores. Es el mejor momento que vamos a tener para madurar, concluye Bernabé,
que ruega que esta crisis suponga un final concluyente, uno de esas fases
históricas en las que se reinventa el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario