España
Santiago Alba Rico
Lengua de trapo
Madrid, 2021
313 páginas
Alba Rico, que no es
historiador pero sí filósofo y uno de los pensadores más lúcidos del panorama mundial,
revisa qué define España atendiendo a la historia de la región que hoy delimita
las fronteras de España. Entra a la misma a partir de la literatura y, sobre
todo, de dos autores que no abandonará a lo largo del ensayo: Cervantes y
Galdós:
“Don Quijote es un español fallido (cristiano nuevo, exiliado en el campo, tocado del ala) y es, por esa razón, España misma, la España pensada con angustia, hasta hace poco, por varias generaciones de intelectuales, reformadores y políticos”.
A lo largo de la exposición
analítica de filias y fobias, que Alba Rico expresa con un estilo impecable,
limpio y que sólo tiende a la glosa cuando es preciso, se nos explica qué es la
patria, ese concepto que no existe, al menos de forma verosímil, porque la
autoreferencia será fundamental en un texto en el que uno trata de explicarse a
sí mismo y a lo concerniente al ambiente en que se educó:
“Reivindico igualmente una españolidad sin sexo o con poco sexo, constitucional, republicana, federal, que dé satisfacción a todas las demandas de filiación nacional a partir de un refrendo afiliativo democrático; y que proteja -de los identitarismos y del capitalismo- eso que he llamado en otro sitio “prevaricaciones antropológicas”, todas esas “vividuras” comunes sin relación con la verdad y la justicia pero compatibles con el Derecho, llamadas también costumbres y tradiciones, que nos unen sin parar, sin saberlo, a los otros cuerpos: los arbóreos, los humanos o los literarios”.
A lo largo del texto
iremos comprobando cómo se expone el extrañamiento de los tópicos, algo que
debería compartirse en cada debate, en cada charla, para cuestionar en qué
consiste el vocablo secuestrado que es españolidad. El pensamiento, y su
historia, quedará vinculado a la religión, en una pretensión de fabricar un consenso
cerrado y homogéneo que sólo puede dar lugar a la neurosis: frente al imperio
mediático y atrabiliario, Alba Rico reclama el ágora, la dialéctica. Y siente
que los conflictos en esto que hoy llamamos España siempre han sido de
católicos contra católicos, que el relato que se intenta imponer, forzando al
olvido, es e de quienes ganaron la batalla intercatólicaa o intercastiza:
“¿Cuál es la contribución de España al léxico universal? Cuatro palabras muy elocuentes: casta, macho (y machismo), liberalismo y guerrilla. Todas ellas, es verdad, son palabras antiguas que hablan de la historia de España más que de su personalidad”.
Para Alba Rico, todavía
estamos a tiempo de reiniciar en una serie de actos de reforma, y cuando sea
preciso de incitación a la rebelión, es decir, a la reforma contundente. No
estamos hablando de intervenciones políticas (y mucho menos militares), sino de
iniciar un proceso para encontrarnos con la verdad, o las verdades, pues tal
vez sea un sustantivo que debamos articular en plural, de tal manera que sea la
diversidad lo que facilite la unidad de la convivencia:
“¿Qué clase de país es este en el que parte de la población tiene que falsificar la historia para poder caber en ella? ¿En el que parte de la población tiene que falsificar la historia no para justificar un crimen o un privilegio o una ceguera sino su existencia misma: su desnudo, elemental, raspado derecho a la existencia?”
El problema de seguir enlodados
en el mismo barro es la vuelta a los mitos parciales, a las tachaduras destructivas,
a los falsos recuerdos y a los olvidos violentos. En realidad, el problema y
sobre el problema que deberíamos empezar a tratar atañe a los recuerdos, a esa forma
de memoria voluntaria en la que buscaríamos explicarnos, conocernos, para
evitar guerras eternas de algo que puede ser nación o no-nación, que es Estado
y en el que muchos quieren ver un Imperio histórico, cuando es dudoso que haya una
España en la historia, al menos si miramos más atrás de los últimos doscientos
años:
“El pasado, como el mar de
Paul Valéry, siempre vuelve; regresa implacablemente cuando no se tiene el valor
de dejar de ser lo que se es para llegar a ser otra cosa, sin dejar de llamarse
de la misma manera”, sostiene Alba Rico, en un ensayo que destaca por la serenidad,
que no quiere enfrentarse al poder, pero sí sabotearlo un poco, y que revisa
las verdades negativas, esas que se instalaron en los lugares comunes: “un
tópico es una isla unida a la realidad por un istmo que se llama historia y que
por eso, si no ellos mismos, al menos sí sus cambios orográficos, en sociedades
complejas, permiten medir los del país que describen borrosamente”.
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