El mal cautivo
Maurizio Torchio
Traducción de César Palma
Malpaso
Barcelona, 2021
203 páginas
Por una parte, acabará en
prisión a cuenta del secuestro. Por otra, acabará en aislamiento durante una
temporada larga, larguísima, la que le lleva a escribir estas memorias
carcelarias que, una vez más, nos exponen la vida con un lenguaje seco, como
los huesos expuestos al sol del desierto. Cabe preguntarse a qué se debe este
tipo de lenguaje en los relatos penitenciarios o postpenitenciarios. No hay
lugar para la lírica, no hay lugar para la belleza. De hecho, se retrata al
narrador como un tipo con unas limitaciones no sólo de educación o naturales,
sino a través del poco espacio en el que han crecido sus cualidades emocionales
y su desarrollo intelectual. Apenas ha podido saber en qué consiste la
sensibilidad. Pero, eso sí, ha pasado de ser protagonista a ser observador. De
tener algo de iniciativa en sus actos delincuentes a ser testigo de la forma de
vida en la cárcel. En ese sentido, nos hallamos frente a una novela de
situación, la propia de la recreación de la soledad, de una forma extrema de
soledad.
Maurizio Torchio (Milán,
1970) recrea a toda una caterva de canallas o de perdedores. Abocados a una vida
miserable en una prisión de alta seguridad, trasladados desde la infame creada en
una isla a una nueva, también destinada a la decadencia, Los encuentros entre
ellos no por previsibles dejan de ser potentes. El comandante, que rige la
prisión preso, a su vez, de sus pasiones, Toro, el gran matón o jefe de matones,
la pandilla violenta a la que conocemos como los Ene, o Martini, una suerte de
dandi de los calabozos, acompañarán al narrador actuando frente a él o al otro
lado de las puertas. Con pocos mimbres, bien trenzados, y con un lenguaje que
nos acompaña con soberbia para recrear el ambiente, Torchio ha escrito una
buena novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario