Lo que ruge
Izaskun Gracia Quintana
El Transbordador
Málaga, 2021
274 páginas
Izaskun Gracia Quintana
(Bilbao, 1977) se atreve a tratar los asuntos que tienen que ver con el miedo
recurriendo a fórmulas de relato que no por conocidas dejan de tener un efecto
de reconciliación con la realidad: existen mundos o posibilidades de mundos
mucho más feos. En sus relatos recogidos en Lo que ruge sobrenadan unas
dosis ajustadas de inquietud que nos ayudan a volver a la siesta y pensar que,
por suerte, nuestra realidad no se asemeja a la de la aventura, a la de la
emoción del miedo. Gracia Quintana escribe con exactitud, con oficio, con un
aliento que permite la lectura sin dificultades, con un estilo que nos recuerda
que lo importantes es lo que está sucediendo. Esa forma de escribir, digámoslo
sin cortapisas, es mucho más compleja de conseguir de lo que aparenta. Para ser
natural hace falta un talento enorme. Aquí se ajustan las distancias y no sobra
una frase, ni desfallece la tensión en ninguna línea. Las reglas del relato,
que siguen a las estrategias narrativas con una solidez que puede faltarle a la
novela, se cumplen a rajatabla: no falta la sorpresa, ese sacar a la luz lo
oculto y esconder lo evidente, o la sensación cumplida de que un relato debe se
redondo.
El tiempo verbal que nos
produce horror es el condicional: no es, pero podría ser. Sucede, con distinta
intensidad, en los cuentos de Cortázar, que en algunos momentos podemos pensar
que son referencia durante esta lectura. Y con menos energía, pero con un
empaque bastante fantasioso, en los de Lovecraft, a quien estamos tentados de
mentar cuando nos acercamos, en alguno de los cuentos, a los monstruos. Sin
embargo, lo que más nos asusta es comprobar que en los mundos que idea Gracia
Quintana existe la tradición, y que la tradición tiene tanto peso como en el
nuestro: ha creado todos los paradigmas, incluidos los que nos llevan a la
catástrofe de la decadencia y a la costumbre de la opresión. Las personas hemos
podido llegar a comportarnos como ganado y, tal vez, en el futuro se nos críe al
igual que si fuéramos un rebaño en el que nos sintiéramos muy infelices por
culpa de esta soledad entre cuerpos con forma humana. Nos vemos apresados en
monomanías que pueden tener un fundamento comprensible, como un asesinato, o
inverosímil, como el nacimiento del demonio. La locura, finalmente, se puede
atribuir al encierro o a la derrota, o a la fusión de ambas. Lo sabemos en la
lectura, pero es posible que jamás lleguemos a comprenderlo en la realidad,
donde deseamos que la locura se asemeje más a la de Alonso Quijano que a la de
Hannibal Lecter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario