Diarios. A ratos
perdidos 1 y 2
Rafael Chirbes
Anagrama
Barcelona, 2021
465 páginas
Es decir, uno tiene que
sobrevivirse, uno tiene que conformarse con ser quien es, uno tiene que navegar
entre las aguas que se va construyendo, en una suerte que es en parte
construcción propia y en otra un destino del que no somos dueños. Rafael Chirbes
(Tavernes de Valldigna, 1949 – 2015) dejó escritos unos cuadernos en los que
leemos esa especie de lucha, ese cuestionamiento del término aceptación, por
utilizar una expresión propia de los libros de autoayuda que nos socorra a la
hora de centrar el asunto al que nos referimos: “No quiero romperme, no quiero
preguntarme por lo que hago, por lo que sé hacer, por aquello para lo que
sirvo. Siempre me ronda la idea de irme. Cortar con la degradación. Cortar por
lo sano. No estar. Cuando llegue la degradación a buscarte, que tú ya no estés.”
Suena al tópico de huir de la propia sombra. Pero, ¿acaso ésta no puede ser una
definición de la depresión? De hecho, estos diarios se pueden interpretar como
uno de los mejores textos sobre la depresión que hemos podido leer, en una
época en la que la depresión nos asalta constantemente desde las estanterías.
Chirbes muestra una angustia sin filos, como si pretendiera transmitir que es
posible convivir con ella, integrarla, sentirse molesto, sí, pero no impedir
una evolución personal de forma constante. Esa angustia, tan subjetiva, llena
los textos del diario durante la época en que escribe sus mejores novelas: La
caída de Madrid, Los viejos amigos… Es una literatura no obligada, no
forzada, sobre asuntos que salen del subconsciente y de la voluntad a partes
iguales, no como en Crematorio, que es una obra forzada por la necesidad exterior,
la del roce con el mundo cotidiano, más que de las emociones que a uno se le
imponen, que tienen que ver con vínculos humanos.
“Sigo necesitando saber,
más que me toquen los nervios”, comenta, resumiendo un tanto su obsesión por
ser novelista, su existencialismo que, al contrario que el expresado en la
corriente filosófica, no trata de abarcar al hombre, sino de encontrarse a uno
mismo. Es subjetivo y obedece a “la falta de estímulos literarios y de
horizonte vital”. Y termina con una visión de uno mismo que puede describirse
de muchas maneras, pero en todas aparecerá, en algún momento, el adverbio de
modo estúpidamente:
“La pereza no como consecuencia de creer que se tiene todo el tiempo del mundo, sino como desánimo, como convencimiento de que ya no se tiene tiempo para casi nada. Así, he acabado por quedarme vacío, y solo. Modelo de ineficacia”.
Y, mientras tanto, la
moral que busca se va cruzando con Balzac, el autor al que no abandona. La ristra
de lecturas y los comentarios de Chirbes deberían estar entre los cánones más próximos,
desde los elogios a Broch y Musil, a las prevenciones sobre algunas obras de
Gopegui. Lo sorprendente de encontrarse con diatribas literarias en un diario,
es la paradoja de emitir opiniones al tiempo que uno reconoce el estado de
ánimo del momento. Aun así, Chirbes se muestra sereno y, al mismo tiempo, se
sincera en su proyecto literario, en el cual se confía tanto a la intuición, a
los mecanismos que el autor no quiere poner sobre la mesa, como al pensamiento.
Es un escritor que elaboró su obra tras mucha reflexión, pero que guardaba las
conclusiones en el sótano del intelecto mientras escribía. Y que como lector
nos habla siempre de lo que nos construye dentro del espacio literario: no de
estética, ni de filología, sino de cómo podemos explicarnos. El diario será, a
su vez, una revancha, en ocasiones hasta contra el propio diario: “¿Por qué
tener pudor también aquí en la intimidad de un cuaderno escrito para nadie? ¿Es
que se puede escribir para uno mismo? Me digo que sí, que se puede escribir
para recordar y comprenderse a uno mismo, pero no acabo de creérmelo del todo.
Entonces, ¿pienso que estos cuadernos acabará leyéndolos alguien que no sea yo?”.
En ese sentido, no rehúye la parte terapéutica: “Buscar (…) es correr el riesgo
sin certeza de que te vayas a encontrar con otra cosa que no sea el polvo que
te tragas al caer”.
A diferencia de en las
psicoterapias, en los diarios uno queda apresado en las palabras que
interpretarán los demás. Pero a Chirbes eso no le afecta. Resulta espontáneo,
conciso, preciso y demuestra la intención, lo que pretende, y que esta
pretensión sea digna:
“No hay más piedra de toque que el férreo control del gusto y, aunque parezca secundario, de la propia ética: en el control de la ética está la clave, el gusto arraiga ahí, por más que no se quiera, en el arte como autoexigencia, no como emisor de lenguajes piadosos, u originales por voluntad y decreto (¿qué es la originalidad a fines del siglo XX?), sino de formas en tensión que cuestionan las de uso corriente. Un arte que carezca de esa voluntad de levantarse sobre los escombros del tópico es un arte que ha naufragado, que se encuentra a la deriva, vertedero de su tiempo más que testigo.”
Todo lo lleva, pues, a la
dimensión del hombre, de cada hombre. No hay sentimiento, durante la lectura de
estos diarios, que nos seduzca pensando que habla de verdades absolutas, de lo
que atañe a todos los hombres. Eso hace de estos textos una experiencia
universal, que se puede trasladar a cualquiera de nosotros. Incluso cuando se
entrega sin freno a descripciones de experiencias sexuales, entre la falta de
pudor y el conflicto que subyace detrás, reconocemos que se aleja de la
pornografía, que podría ser una embriaguez propia, propia, también, de esa
costumbre de buscarse a uno mismo en los lugares donde no se encuentra, que es
tan característica de los diarios: “Yo diría que escribir te permite seguir
viviendo sin que te haga falta sentirte de alguna parte o de alguien”.
El tabaquismo, el alcohol,
la frecuentación de rincones oscuros, trasnochar, incluso la relajación que
muestra cuando se encuentra frente a paisajes de la naturaleza, nos remite a la
angustia urbana: “Y cada una de esas etapas se ha saldado con enormes dosis de
sufrimiento”. Ese sufrimiento que forma parte de una de las mejores obras
literarias en nuestro idioma desde 1988, año de publicación de Mimoun.
Fuente: Revista de letras
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