Ellas también matan
VV.AA.
Delito
Barcelona,
2019
203
páginas
Si
hay un factor común al género negro, ese es la facilidad con la que la vida nos
supera. No es posible dejarse llevar por la inercia, porque todos los asuntos,
los grandes y los pequeños, nos arrollan. Vivir supone, en buena medida, vivir
a la contra, nadar aunque sea para evitar que la resaca nos lleve mar adentro a
una velocidad mucho mayor de la que deseáramos. En gran medida, el tema del
cine y la novela negra es la mala suerte. Apenas Philip Marlowe pudo dominarla
en las primeras novelas de Chandler, hasta que se supo arrojado a los vientos
del destino en El largo adiós, la
obra maestra del clásico americano.
Ese
contenido está presente en los trece relatos que Anna María Villalonga recopila
para la editorial Delito en este
volumen, Ellas también matan. Los
formatos varían mucho, desde el diálogo, algo muy tradicional en el relato
negro, hasta un flujo que no es de conciencia, porque tenemos que atarnos a los
sucesos, que son lo inexplicable, lo que se desenreda, pero que contiene una
dosis de maldad que ignoramos a qué atribuir. De la misma manera, se manipulan
los tiempos, tanto los narrativos como los que detallan la cronología de la
acción. De forma que se nos permita asistir a los rodeos que se producen en
torno a un cadáver manteniendo fija la atención, sin que se repitan fórmulas.
Ni siquiera puntos de vista.
Aunque,
eso sí, el volumen va tomando consistencia en la medida que asistimos a los
juegos de la inteligencia, del ingenio o de la locura, todo igualmente metido
dentro de la mollera de algún personaje. Y, sobre todo, al comprobar cómo se
cumple una de las funciones que se le atribuye al género: el realismo urbano.
Se habla de relato urbano cuando se reúnen una serie de personajes, propios de
la ciudad, alrededor de un muerto. En cierta medida, da la sensación de que la
trama sustituye al conflicto y lo que antes era un lugar que ocupaba la novela
costumbrista, para dibujar una época, ahora lo ocupa la novela negra. En un
volumen como éste, la impresión se incrementa, dado que pululan por sus páginas
seres de muy diversa ralea: ciegos, inmigrantes, taxistas, médicos, espías,
policías, ancianos, divorciados, exhibicionistas, periodistas y, como no,
solitarios. Hay muchos solitarios, trece, uno por cada relato. Eso nos da la
medida en la que este género está retratando la sociedad, si prestamos atención
a lo que no sea la resolución del crimen: nada describe mejor las urbes
contemporáneas que la presencia inmisericorde de la sociedad. En la ciudad
moderna, la gente no se conoce. Y de ello dan buena cuenta las trece escritoras
aquí convocadas, todas con su firme pulso narrativo para crear y resolver un misterio
en unas pocas páginas.
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