El otro Kioto
Alex Kerr y Kathy Arlyn Sokol
Traducción de Núria Molines
Alpha Decay
Barcelona, 2019
331 páginas
Cuando
se quiere mucho algo, ningún enunciado es gratuito. Una selección es ya una
valoración, porque sigue un criterio y el criterio tiene relación efectiva con
el encanto que siente el que escribe. Es una de las formas como se delata la
sinceridad, al igual que lo es el orden de las secuencias, que no conviene que
desfallezca, pues de lo contrario parecía que la pérdida de potencia
cuestionaría la veracidad del elogio. Bajo estas premisas Alex Kerr habla con Kathy
Arlyn Sokol sobre lo que les va saliendo al paso en sus paseos por Kioto.
A
las descripciones, eruditas y cultas en el sentido que pueden serlo las de
alguien que las ha conocido desde fuera y las ha elegido para configurar su
vida, les añade la doble valoración simbólica: por un lado la que se atribuye a
un análisis filológico de la historia y el concepto visual, y por otro el significado
que el autor deduce que tienen para él, lo que le provoca amor, de cada uno de
los elementos tratados, que son una mera escusa para atender a aquello que, por
regla general se escapa de nuestros sentidos. Las puertas, los suelos o la caligrafía
son lo que son, con su utilidad y los códigos de acuerdos sociales, pero
también son lo que parecen. De ahí la idiosincrasia de una cultura que nos
presenta en contraste con otras asiáticas, que se han ido desarrollando a la
par y de las que se distinguen, con frecuencia, por una exquisitez al alcance
de todos.
El
pensamiento de Kerr es contraintuitivo, no dejándose llevar por los lugares
comunes, y atendiendo a las grandes y pequeñas cosas que afectan a la construcción
de la personalidad. Porque todo el paisaje creado por la cultura japonesa está
en relación con los japoneses, entre los que eligió vivir el propio Kerr hace
más de cuarenta años. El paisaje construido podría ser un formato, pero para
Kerr es mucho más, es un sentimiento a flor de piel y es una carga de
profundidad. La relación que se va haciendo tiene cierta resonancia a
enciclopedia, por lo cual tal vez sea aconsejable no intentar leer el libro de
una sentada. De hecho, su elaboración llevó a los autores mucho tiempo,
demasiado, tanto como toda una vida aprendiendo, emocionándose, y con ese
respeto deberíamos afrontarlo. La sintaxis, como reconocen los autores, es
oral, pero la construcción es una auténtica labor de ingeniería aeronáutica: no
sobran piezas y son incontables las que se exponen. Estamos frente a un texto
que explica por qué son inagotables las razones que nos llevan a enamorarnos de
una cultura.
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