Incierta historia de la verdad
Xuan
Bello
Rata
Books
Barcelona,
2019
285
páginas
Tan
extraño como amable es este dietario que Xuan Bello (Asturias, 1965) nos
entrega con la misma pasión de tono otoñal con que ha escrito buena parte de su
obra. Los textos, cogidos con la misma disciplina con la que funciona la memoria,
es decir, agarrados al vuelo, se van encadenando como se encadenan los sueños.
Se trata de una especie de conversaciones que Bello mantiene con la poesía,
pues es la poesía lo que más influye en esta obra: el verso, el tiempo, la
naturaleza, paisajes, la belleza, el lirismo y la serena aventura de estar vivo.
No
hay sentencias tipo aforismos, pero los textos sí están repletos de buenas
frases, más propias de compañeros de camino que de maestros, más propias de
quien esclarece que de quien deslumbra. La sensación que da es que Xuan Bello
sabe, con certeza, que lo que va aprendiendo no son datos concretos, no son
verdades absolutas, no son resoluciones matemáticas: de lo que le va saliendo al
camino extrae intuiciones, ideas que se aproximan pero que no dictan, no genera
otra corriente que no sea la de una alegría de vivir propia de la
contemplación. Y desde la ventana a la que se asoma al mundo, se asoma, a su
vez, a la memoria. Hay algo de melancolía cuando recuerda, pero sabe tratar con
ella en términos sin neurosis, sin caer en la depresión ni en la nostalgia.
Sabe que allí están los parajes de lo que ha ido aprendiendo y sabe que ir
aprendiendo es la esencia de ir viviendo. Lo contrario, nos condenaría a ser
zombis o vampiros, los dos tipos de monstruos no muertos más populares.
En
algún momento menciona la bondad que le supone abrir libros amados y se empeña
en participar de ese espíritu también en la faceta creativa. No se le puede
atribuir falta de sinceridad a Xuan Bello. Tal vez nuestra música interior no
se acompase a la suya, pero como lectores nos debemos a seguir esa misma ruta
que sigue él, la del aprendizaje, la apertura al mundo, aunque se nos antoje un
mundo pequeño, romántico en un estilo que echamos de menos, de manera que el
resultado es la obra de una suerte de poeta corsario. Su tabla de abordaje, ya lo
hemos mencionado, tiene la madera de la memoria, con la que mantiene una
relación no servil, más semejante a la del mejor violinista con su instrumento,
del que puede sacar música algo triste, pero jamás desafinada. Aunque no
llamamos a confusión: no hay tristeza, hay cierto orgullo, el de las
confesiones de las cosas buenas, de las cosas que a uno le ha provocado ser
mejor persona, algo para lo que deberíamos estar dispuestos a todas horas, tanto
en la vigilia como en los sueños. Porque de la materia de los sueños también
están hechos estos párrafos. En una época demasiado civilizatoria, demasiado
urbana, son aire fresco.
Para
ello, Xuan Bello deja al margen la creación de cualquier narrador para dar paso
al autor. Asistimos a las confesiones que van trazando la cartografía personal
y temperamental del autor, un viaje vertical hacia lo más profundo de la
bendición de ser humano. Y esa bendición es un relato que nos deberían contar a
diario, antes de desayunar, para que nos olvidemos de lamentar que no todo lo
que sucede viene por la buena suerte, para que recordemos que podemos elegir el
punto de vista desde el que asistimos a los actos que el destino nos va
deparando, de manera que podemos hacerlos más nuestros, integrarlos en la
música interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario