lunes, 5 de junio de 2017

Recomendaciones para la feria del libro: Sintra, Nueva York, Seúl y Henry James

Fuente: Culturamas

Esta es la pequeña batería de imprescindibles para el final de la feria. Tres ciudades y un escritor. Tres clásicos y una sorpresa. Tres autores y un libro coral.

Diario de Sintra

S.Spender, C. Isherwood, W.H. Auden

Traducción de David Parada
Gallo Nero
Sintra como imaginación. Una ciudad costera en Portugal donde el tiempo, siguiendo el hilo del lugar común, se ha estancado. De hecho, en una época en que Porugal representaba el romanticismo, por ser el último reducto de la vieja Europa, Sintra colmaba la aspiración de retiro. Sin embargo, Inglaterra y Londres representaban un oxímoron: un país viejo industrializado. La huida es inevitable, porque su lugar de nacimiento no permite otra forma de amor que no sea la clásica ni otro devenir que no sea la modernización. Spender, Isherwood y Auden ya eran escritores de talento. Falta un tiempo para Adiós a Berlín, uno de los mejores libros del siglo XX. Pero es quien decanta buena parte del libro. De hecho, fue él quien terminó por apropiarse del manuscrito. El relato es tranquilo. Finalmente, al menos en el reflejo que es el libro, hallan un lugar que harán suyo, donde el tiempo transcurre a otra velocidad y ningún encuentro termina en rabia. De hecho, no se da por concluido ningún encuentro con otra persona, ni la relación entre ellos. Diario de Sintra se lee como la sublimación de un éxito: la convivencia con tus dos mejores amigos de juventud, sin ataduras, casi como en un campamento de verano.

La vegetariana

Han Kang

Traducción de Sunme Yoon
Rata Books
Frases cargadas de simbolismo de personas desnudas para sofocar el calor interior, que se visten despojados de pudor y sexualidad cuando se encuentran compañados, nos hablarán de deseos. La historia es la de una mujer que se rebela contra el mundo con un acto aparentemente pacífico, comer carne, que tiene más de fractura que de hábito alimenticio, y lo lleva hasta una obsesión patológica. No hay obsesión sin pesadillas y aquí muestran la crueldad y una resistencia pasiva que recibe como respuesta la incomprensión y la violencia. La resistencia a comer carne, el choque contra lo que representa incluidas las costumbres, convierten la historia casi en una novela de terror en la que la espiral que comienza con un sueño, se va cerrando cada vez más rápido provocando la caída de Yeonghye, la protagonista, por lo que parece ya un sumidero, tememos que sus propias obsesiones acaben por devorarla. Y al lector con ella.
Yeonghye, en palabras del cretino de su marido, no tiene, “ningún atractivo en especial ni defecto en particular”. La protagonista de La vegetariana trata con sumisión y diligencia a su esposo, le prepara la cena cuando tiene hambre y abre obediente las piernas si llega ebrio a casa y con ganas de cama. No lo hace por estar profundamente enamorada, sino porque piensa -o eso cree él- que es su cometido marital. Una madrugada, de pronto, el marido la encuentra metiendo todos los manjares de la nevera en bolsas de basura: ternera para hacer shabu shabu, anguilas limpias y troceadas, calamares y empanadillas, todo. A partir de este momento, la creencia de Yeonghye se convierte en una afrenta feroz y en ocasiones sangrienta para sus familiares. Su decisión de no comer carne despierta unos instintos tan feroces entre los hombres que la rodean, que terminan convirtiendo la preocupación por su bienestar en puro ataque físico. Es ahí cuando nos damos cuenta de que la metamorfosis de Yeonghye no responde a preferencias vegetales o a instintos suicidas. La vegetariana no es un cambio en la dieta nutricional. La vegetariana es una mujer que se ha desligado de todo lo que implica el animal humano, su violencia, su canibalismo y su intolerancia, hasta convertirse en un ser enteramente vegetal.

La fabulosa taberna de McSorley y otras historias de Nueva York

Joseph Mitchell

Traducción de Marcelo Cohen, Alejandro Gibert Abós y Martín Schifino
Jüs
Sin Mitchell, no somos nada. En una época en la que a todos los escritores les da por visitar Nueva York para escribir su versión, por lo general apresurada, porque apresurada es la inmensa ciudad, el referente es el clásico. Joseph Mitchell fue, tal vez, el primer gran cronista de la Gran Manzana. Inauguró la etapa de la crónica urbana y ahora, casi sin darnos cuentas leemos sus relatos como quien lee el origen de la literatura. Nueva York no era ni siquiera un estado de ánimo cuando Mitchell la habitó para responder a lo que veía con unas crónicas que contienen todo, porque en cada una de ellas se enclava en un punto fijo desde el que mirar lo que sucede. El cuento de navidad de Auggie Wren, de Paul Auster, tiene ciertas raíces en la postura de Mitchell como narrador. En ese cuento, Auggie Wren fotografía el mismo cruce de calles, a la misma hora, desde el mismo punto, durante años. Mitchell no es un visitante ocasional de los lugares que aparecen. Mitchell escribe como si fuera, él mismo, Nueva York.

Viajes con Henry James

Henry James

Traducción de Borja Folch
Ediciones B
Henry James no tenía arreglo. Quiso ser europeo en Estados Unidos, y no le quedó más remedio que dejar ver su origen en Europa. Pero nunca escribió una frase barata y raramente escribió una frase corta. Este libro es, en buena medida, una recopilación de estampas. Pero la visión de Henry James no es la de una persona cualquiera. Porque su especialidad era la prosa. Y eso es una paradoja: ver con prosa. La resolución no puede ser otra que la del viajero que está de vacaciones y siente que el descanso es amable. Nos hace sus compañeros de viaje y nos encontramos con un amigo culto e inteligente, al que merece la pena observar mientras él observa una representación de teatro en París o escucha una banda de música desde la habitación de su hotel. El libro se lee a la velocidad del viaje: paseos a pie que si se aceleran será porque, cansados, nos subimos a un coche de caballos, porque el reloj de bolsillo, por otra parte, dicta que se nos hace tarde.

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