martes, 17 de octubre de 2017

SUROESTE YOU

Suroeste You
José María Martín
Bandaaparte
Sevilla, 2016
93 páginas

Nos ha tocado vivir una época sin héroes ni grandes traidores. El perfil de los hombres de prensa no puede ser más bajo, pues ninguna fotografía arroja al aire un nuevo Espartaco ni al Borgia de turno. La vida anda tan a ras de la calle que no nos queda sino el convencimiento de que lo que estamos viviendo es lo que viene de América de Norte, incluidos los Road Movies y Raymond Chandler, como si nunca hubiera sucedido Alonso Quijano ni los detalles de lo cotidiano de Chéjov. Pero ni el director de Thelma y Louise alcanzará la gloria de ser crucificado, ni los acólitos de Chandler evitarán que de vez en cuando nos arranquemos con un bostezo. Tampoco debemos culparles por ello, dado que esta es una época difícil para la fascinación. Ahora se dispara con la escopeta demasiado cargada contra el que pide una mísera reforma legal, como si se tratara de un resistente de la Guerra Mundial frente al pelotón de fusilamiento. No existe un auténtico baremo de talla moral, de ahí que las obras literarias que mejor describan nuestra época son aquellas, precisamente, en las que tal ausencia es el eje del tema: cuando el autor está próximo a llegar a una conclusión ética a través de sus personajes o la voz del narrador, de repente se echa para atrás.
Suroeste you no esconde sus fuentes. Todo comienza en un desguace donde las marcas de coches a punto de ser descuartizados las reconocemos gracias a las pantallas de cine y televisión. Las historias van a transcurrir por escenarios que ya hemos visitado, cuyo enunciado basta para crear la imagen de esta obra en movimiento. Existe cierta obsesión por los lugares concretos y por los momentos concretos, una precisión que ayuda a José María Martín (Córdoba ,1980) a exponer su apuesta por el Road Movie y la literatura americana, y el consuelo más presente en la narrativa de Estados Unidos, que es la música. Para las historias que componen este libro, es imprescindible el movimiento, la carretera, el viaje. También los amores imposibles y su consecuencia más lógica, que es la soledad. Esta soledad puede suceder en la ciudad con más habitantes por metro cuadrado, como Tokio, donde todo es posible por el hecho de que la gente no se conozca.
Las llanuras del desierto de Texas y la avenida principal de Las Vegas son una sucesión de tópicos con los que un padre se desencuentra, mientras busca a su hija. Pero Las Vegas es uno de los mejores lugares para sacar a la luz la miseria de los recién llegados, aunque sean los propios americanos. Por contraste, el viaje siguiente nos conduce por las dehesas de Extremadura, que no vaticinan un futuro, sino que facilitan los recuerdos. Lo más alejado de nuestro país que quepa concebirse es una península rusa a la que llega un hombre con intenciones de renacer, viviendo en dos herrumbrosos contenedores de barco. Y de nuevo retornamos a las conocidas líneas de asfalto de la costa de California, donde en su viaje el protagonista se cruza una y otra vez con la misma persona y, en esta época sin héroes ni traidores, solo le cabe sentir recelo. Aunque el gran sueño del viaje, ahora que todo el mundo ya está explorado, es el viaje al espacio, el viaje a la luna, que un padre decide sustituir por otro al alcance de su bolsillo para que lo disfrute su hijo: de nuevo en coche, emprenden viaje al lugar del desierto donde se hizo estallar la primera bomba atómica, como si se dirigieran a un parque temático, con una frialdad inusitada.

Estos viajes están acompañados por apuntes y microrrelatos, con datos que luego irán apareciendo en cada uno de los viajes que emprenden los protagonistas. Escrito con una prosa muy limpia, escueta, sin alardes, es decir, con estilo, y editado con mucho esmero por crear un producto que satisfaga tener entre las manos, lo cual beneficia las ganas de leer el libro, Suroeste you es una obra que circula sobre el eje de que el movimiento supone soledad, cuando estamos acostumbrados a que el solitario se debería parecer al anacoreta retirado. Una propuesta a la que, tal vez, el autor podría seguir dándole empuje. Pero esto último es un comentario de orgullo de lector, no una crítica.

Fuente: Culturamas

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