Parpadeo
Theodore
Roszak
Traducción
de José Luis Amores
Pálido
Fuego
Málaga,
2017
780
páginas
Espejos,
ventanas, niebla, bruma, luz sobre agua… eso era el cine para Max, para Max
Castle, un director de segunda fila que intriga al protagonista tanto, como
para plantearse si nos encontramos ante un artista de culto. Y así comienza su
investigación, que será un relato lleno de espejos, que tienen la horrible
manía de multiplicar a los hombres. Como por ejemplo uniformándolos en un
grupo, tal vez una secta, de huérfanos, algo terrible que va ganando peso en la
propuesta de la novela, a medida que avanzamos, transformándola a cada página,
más y más en una novela negra. El horror de cultivar huérfanos, pero prohibir
tener hijos a los miembros de la comunidad, será un abismo al que nos asomemos
porque, ¿qué estrategias utilizan, entonces, para conseguir los cuerpos? Pero
no nos adelantemos. Parpadeo es una
novela con muchos niveles de lectura. El amante de Best Sellers estará encantado, por su ritmo, por sus enigmas, por
su dosificación, por las limitaciones del autor de la investigación sobre algo
que le supera, por los recursos efectistas, por la trama. Pero detrás está la
historia del cine, con la que el bueno de Theodore Roszak (Chicago, 1923 –
Berkeley, 2011) juega mezclando realidad y ficción, atreviéndose a reseñar
algunas de las obras cumbres del séptimo arte e, incluso, a derribar mitos,
como Orson Wells. El cine, de hecho, será una herramienta tan potente como
plantearnos que nos enfrentamos a una novela con fines morales; el cine puede
ser un instrumento a favor del mal, o un reflejo de modas, eso tan efímero que
cada seis meses debe ser cambiado. Así pues, tenemos la crítica a la moda
estética en el arte, que en el caso del cine nos lleva un punto más allá, dado
que el cine no es un arte que represente la realidad, ese papel lo cumple el
teatro. Si Roszak eligió el cine para esta novela, es porque el cine es la
realidad.
Otro
de los niveles de lectura es la psicología de la percepción visual y cómo esta
puede influir generando mucho más que emociones, generando hasta ideologías. De
hecho, el descubrimiento de la imagen subliminal marcará la trayectoria del
cambio de rumbo en varias ocasiones a lo largo del relato. Y ese relato está
marcado por el tema del horror, que abarca desde el género de casquería
celebrado por gente sin escrúpulos y por gente sin materia gris, hasta la
rendición frente a la imposible adaptación de El corazón de las tinieblas, una de las películas inacabadas del
desaparecido Max Castle, de origen alemán, pero que cambió su nombre y
apellidos al exiliarse a Estados Unidos. Hemos mencionado modas, pero también
deberíamos mencionar vanguardias y el debate entre los protagonistas sobre la
sinceridad de ambos en el cine. De los vínculos que mantienen con la gente del
cine, se extrae otro de los niveles de lectura de Parpadeo, que es la desmitificación de todos y de todo, excepto del
sexo. De hecho, llega a celebrarse algo como ritos de sexo sin orgasmo ni aviso
de tal. Se critica, a conciencia, la sociedad americana, y lo hace a lo largo
de las décadas en que se lleva a cabo la investigación, los años 40, 50, 60,
los años en que el peso cultural del cine va creciendo en el mundo. Pero de dos
tipos de cine que luchan por diferenciarse: el cultural y el comercial. Sin
embargo, la novela, como el buen cine, es cultural y es comercial, es intensa,
sin párrafos baratos, y es novela negra, con sus conspiraciones hasta en la
curia vaticana, porque el protagonista tiene que emprender viaje para proseguir
sus investigaciones. Es, por tanto, una novela itinerante.
Pero
es una celebración de buena literatura. De hecho, al autor que más se asemeja
no es a Stephen King, como puede darse a entender dado el volumen y el diseño
de la portada, sino a Paul Auster. ¿Es Roszak y Parpadeo un predecesor de Auster? No da la impresión. Más bien
parece que los juegos de azar, los círculos que se van cerrando sin que los
protagonistas puedan manejar sus destinos, son materia a la que ambos autores
han llegado cada uno por su cuenta. Pero, para los amantes de Auster, este Parpadeo será una nueva celebración
literaria. Nos falta señalar un último nivel de lectura, que es el sueño americano.
Los protagonistas comienzan siendo pobres como ratas y en cierta medida cumplen
con el progreso propio del sueño americano, que no sale barato. Les supone tal
esfuerzo, que destruye la posibilidad de una novela de amor. ¿Dijimos último
nivel de lectura? Parpadeo también
versa sobre la educación sentimental y eso que nos ha marcado en la educación
sentimental que es el peso de la religión (o la carencia obligada de ella).
Pero todo esto, que da la sensación de que nos vamos a enfrentar a un libro tan
complejo como el Ulises, lo maneja
Roszak con un oficio que hace del relato algo tan sencillo que da envidia. El
libro se leería de una sentada si dispusiéramos del tiempo suficiente. Sigue un
orden cronológico y los personajes que maneja el autor, que son muchos, se
presentan cuando ya nos hemos familiarizado tanto con los anteriores que nos
resulta imposible perder el hilo de la narración. Tampoco cuando retrocede en
el tiempo o se permite introducir alguna reflexión.
Lo
que comienza siendo una novela sobre gente normal, con sus aspiraciones
normales, va inventándose el enigma, va anunciándonos el horror que supone esa
secta de huérfanos, de la altura de la novela de Conrad, celebrada por el
cineasta desaparecido, que se anuncian como los próximos amos del mundo. Algo
que se verá facilitado por el nihilismo de las transvanguardias, la mayoría
idiotas, y por el miedo a la aplicación de sus sistemas de manipulación al
joven medio que es la televisión. El protagonista se encontrará a gente de
variado pelaje a lo largo de su itinerario, desde la vieja actriz que le revela
ceremonias eróticas sin sexo, hasta catequistas y dueños de negocios que saben
explotar la estupidez humana. Y están, por otra parte, las obsesiones por las
que empieza a investigar, como el vampirismo y la empalación, que poco a poco
irán cediendo terreno para que, en lugar de tratar de escribir una tesis, el
protagonista se embarque, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, en la tarea
de salvar el mundo. Un mundo en el que se confunde la civilización con los
escrúpulos. ¿Se trata de otro nivel de lectura? Tal vez, y tal vez no sea
intencionado por parte de Roszak, pero qué gran novela nos ha regalado. De esas
que uno está deseando dejar cualquier cosa que tenga entre manos, aunque se le
inunde el piso, para volver a su lectura.
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