El desconsuelo de los
insumisos
Malika Mokeddem
Traducción de Pilar Jimeno Barrera
El Cobre
Barcelona, 2006
191 páginas
17 euros
Un cosmos de valor personal
Malika Mokeddem representa esos
valores femeninos a los que no supone ningún esfuerzo elogiar. Nacida en una
aldea argelina, ha luchado por la emancipación de la mujer, contra la tiranía
de una sociedad estrecha que impide la libertad, o al menos la libertad de
elección. Uno nunca ha tenido claro que existan valores absolutos, o al menos
no tan claro como parece tenerlo Malika, y como demuestra tenerlo en cada frase
de este libro autobiográfico. En El
desconsuelo de los insumisos, nos relata los episodios de su vida en los
que la lucha por la dignidad humana, representada en ella misma, fueron más
complejos, más dolorosos, hasta el punto de llevarla a considerarse a sí misma
como una superviviente, por un lado, y por otro a pagar el precio del exceso de
soledad, incluso pese a trabajar en una consulta médica para inmigrantes
magrebíes en Francia. Es cierto que no se puede dejar de valorar el espíritu de
Malika, pero sí cabe cuestionar su literatura, o al menos la demostración
literaria que hace en este libro.
Posiblemente se encuentre cayendo
en un error bastante común en ciertos textos autobiográficos, como es el de
considerar que la propia vida es lo bastante impresionante de por sí como para
que el lector se deje caer en los brazos de cada frase, de cada párrafo. Y lo
cierto es que impresionar no es lo mismo que tener algo que contar, y mucho
menos que saber cómo debe contarse aquello que uno pretende decir. De ahí que
Malika caiga con frecuencia en la autocomplacencia, en un ejercicio a veces
autocompasivo en el que la frase corta pretende cargarse de lirismo al tiempo
que de potencia. Esta manera que tiene de relatar, directa, expresando lo que
quiere expresar, deja en el aire una meditación irresoluble, aquella que
pretende encontrar vínculos entre la humildad y la literatura. Lo más fácil
será exponer algunos ejemplos para aclarar esta idea: cuando divaga con cierto
tono intelectual le sale expresiones tipo: “Los postulados de las revistas
médicas martillean sin cesar en mi cabeza los clichés que comparan el sueño a
bordo de un barco con el bienestar del feto en el líquido amniótico. Nunca he
creído en ese concepto de bienestar fetal. Incluso me parece de lo más
sospechoso y con tufo a moralina”. La imagen que expone de sí misma es de esta
índole: “Pocos son los que consiguen liberarse, los que ponen todo su empeño en
emanciparse. Los que se enfrentan a todo tipo de garras, a los peores
perjuicios. Como yo”. O la reflexión sobre los méritos de su obra contiene
argumentos del estilo de: “En un texto que data de aquella época escribí: …se
atropellan las palabras del silencio, las palabras de todas las ausencias. Me
asestaron una brutalidad saludable. Me dejaron ebria y desamparada”. La forma
en que habla de su infancia es bastante significativa: “En pocos minutos, todo
el mundo estaba de pie. Menos yo, que me hacía un ovillo en el jergón con la
vana esperanza de que se olvidasen de mí y pudiera robar un poco más de
tiempo”.
Malika dispone su texto en dos
corrientes que se alternan. La primera referida a la infancia y adolescencia en
Argelia, trayendo a la memoria a su madre tirana y a su abuela cariñosa, además
de su brega por sacar adelante unos estudios. La segunda corriente sucede en la
actualidad, en Francia, y nos habla sobre el precio pagado por su dedicación y
compromiso intelectual, desde el fracaso de la convivencia a la violencia
integrista. Malika Mokeddem es, sin duda, una mujer excepcional, porque sin
duda se trata de una excepción, como nos deja bien claro en cada línea. El
problema es que ser un individuo tan especial porque uno lo dice, y no porque
se lo demuestra al lector, va mellando los valores artísticos de una obra.
Dicho de otra manera, provoca que un texto como este no sea excepcional. Como
era de desear. Como pretende Malika.
No hay comentarios:
Publicar un comentario