jueves, 7 de marzo de 2024

GOLPE DE GRACIA

 

Golpe de gracia

Dennis Lehane

Traducción de Aurora Echevarría

Salamandra

Barcelona, 2024

350 páginas


 


Desde lo alto de una montaña, el Diablo muestra a Jesús los reinos del mundo y le promete entregárselos si le adora. Jesús suelta aquello de «apártate de mí, Satanás», pero en ningún momento le responde que no puede entregarle esos reinos porque no son suyos, como si reconociera, elípticamente, que estos reinos pertenecen al mundo del mal. Dennis Lehane (Dorchester, Massachusetts, 1965) ejerce de novelista asomado a una colina semejante a aquella donde sucede ese encuentro, y desde ahí da fe de lo que acontece en los reinos del mundo o, para ser más exactos, de la parte que puede darse fe de los reinos del mundo, que no es la generalización o la abstracción, sino la vida de barrio. Que un novelista de fe podría ser una aporía, pero la ficción no tiene por qué lidiar con la realidad, y sí con la verdad. Y en este caso, en este Golpe de gracia, nos lleva a encontrarnos con un personaje que está muy vivo para el lector, pues nos lleva hasta el límite de lo humano, hasta ese punto en el que cuando a uno ya no le queda nada que le sostenga, que le apuntale, se mantiene en pie gracias a la rabia.

Mary Pat, la protagonista, debería ser una madre coraje buscando a su hija desaparecida, en una barriada blanca de Boston, a principio de los años setenta. Sin embargo, el entorno y el relato con el que se va encontrando es tan sucio, y ella ya ha perdido tanto por el camino a lo largo de sus cuarenta y pocos años de vida, que la misma rabia que la impide morir, la impide comportarse civilizadamente.  En ese sentido es un antihéroe, dado que no vemos la contención que se suele atribuir a este tipo de caracteres. Los impulsos por los que se orienta son muy primarios, y el único apoyo, aunque condicionado, que tiene es el de un policía que consiguió desengancharse de la heroína. La narración, que responde a una itinerancia, sucede a galope, con un ritmo perfecto para este tipo de novela: hay una brillante dosificación de golpes de efecto, hiladas con los descubrimientos que se van sucediendo, un ajuste estupendo de los diálogos que facilita la lectura ágil, un dominio de tiempos narrativos, de entradas y salidas de personajes, en una trama que podría ser sencilla de haberla resuelto linealmente. Pero el hecho desencadenante de todos los demás acontecimientos vuelve una y otra vez, desde el pasado reciente, para ir justificando cada movimiento.

Pero Lehane no se limita a construir una novela negra impecable. En la obra laten, empujando a las faenas y justificando las reacciones, temas sociales: el racismo en una ciudad que segrega y a la que una decisión judicial obliga a dejar de segregar; el retrato de un estrato económico bajo, de unos seres que nacieron entre los desfavorecidos; el problema de las drogas y el narcotráfico dentro de los límites de la ciudad. Y también, en lo que tal vez sea la aportación más interesante, cómo definir a un vecindario que está en el crepúsculo de su existencia: hasta ahora funcionaba como una tribu, en la que todos educan a todos, pero ahora eso, a cuenta de lo que pudre la delincuencia y el malestar global, ese que se vivió en Estados Unidos tras la guerra de Vietnam, pasará a ser una leyenda. Los vecinos se resisten a los cambios, intentan permanecer en sus refugios, en su farsa de seguridad, la que facilita un estilo de vida que se acaba. Lo que vendrá en su sustitución son problemas que sólo se solucionan con violencia, frente a los que lo único que nos puede sostener es el recurso límite de la rabia:

«Ella se siente mal. “¿No existe una línea que no debemos cruzar?”, quiere preguntar. “Un lugar en el que no deberíamos intentar entrar a la fuerza?”».


Fuente: Zenda

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