Barrancos
Pablo Matilla
Témenos
Barcelona, 2023
241 páginas
A nuestros padres les
debemos un respeto y por eso deberíamos tratarles de usted. Lo que ocurre es
que hemos perdido la cordura, porque ahora al tratar de usted a cualquiera lo
que puede parecer es que nos estamos riendo de él. La distancia entre dos
personas que se tratan de usted provoca que por el medio cruce un océano sin
afectos. Pero cuando uno trata de usted a otro, como el hijo al padre, mientras
que el segundo no cesa de gruñir al primero, la situación claramente trata
sobre la desigualdad y vaya usted a saber qué fantasmas. En este caso, el de
una madre que falleció durante el parto, que nuestro autor maneja con mucho
acierto para evitar la condena de la culpa que en otras manos parecería evidente,
y un descarrilamiento afectivo que pesa tanto como para no indicarlo. Estamos
ante una novela de personaje, Barrancos, un tipo de veintinueve años que es
dependiente económico, un tipo que no quiere comprometerse a nada, al menos en
los términos en los que la sociedad entiende el compromiso. En realidad, se
limita a ser un bebedor, identificando el alcohol como el único estímulo
decente para sentirse vivo. No tiene ni idea de cómo comenzar a quererse a uno
mismo, porque en esa farsa de familia que ha vivido, constituida por su padre y
él, no ha habido ternura. Pero para poder mantener la clase de vida que le
apetece, se ve obligado a cumplir la última voluntad del padre, consistente en transportar
las cenizas para esparcirlas en su aldea de origen.
Son varias las obras que se
han trazado a partir de la conducción de un difunto, del final de la vida de un
progenitor. Fácilmente se nos viene a la cabeza Mientras agonizo o El
extranjero. Aquí asistimos a dos partes diferenciadas, la primera que es el
itinerario hacia, y la segunda que es el encuentro con. En ambas lo prioritario
son los encuentros con otros protagonistas, algunos de apenas unos minutos, que
sirven para lo que parece que se han creado tantos secundarios en narrativa: para
que nuestro protagonista descubra, aprenda, crezca. Los otros le ayudan a hacer
un repaso vital, del que van brotando constantes defectos. Y, tal y como nos
tememos, de nuestros defectos y errores, de aquellas partes que nos cuesta
desprendernos, sólo podremos concluir nuestra oscuridad, o "una mixtura de rencor y confianza, camaradería y rechazo", que es una bipolaridad
que nos traslada, de nuevo, a la oscuridad interior.
La novela, desarrollada con soltura, que se lee con facilidad, trata sobre el tema esencial de lo que
supone ir sumando años: lo complicado que resulta encontrar la serenidad, que
es, a la postre, lo que todos ansiamos. Y el mayor problema que tenemos para
alcanzarla será la suma de tantos momentos de nuestro pasado, de tantos episodios
que debieron ser fugaces y permanecen porque nos cuesta arrepentirnos o nos arrepentimos
demasiado. Eso por no hablar de la imposibilidad del perdón y la conversión de
esta imposibilidad en un falso motivo para creernos más personas que los demás.
Pablo Matilla (Mieres, 1986) ha construido una de estas novelas que conviene
leer, porque nunca sobra que nos recuerden las verdades esenciales de la vida,
y lo hagan sin provocar dolores de cabeza.
Una muy buena reseña, que muestra de una manera muy detallada Barrancos, un libro que hay que leer.
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