En lo que preferiría
no pensar
Jente Posthuma
Traducción de Catalina
Ginard Féron
Bunker Books
Córdoba, 2023
224 páginas
Acostumbrados a pensar
que el vértigo es el miedo al vacío, es decir, a algo que no tiene fondo, que
no se termina nunca, nos sorprende cualquier reflexión que nos asegure que nada
da más vértigo que ser conscientes del final. Nada como saber que se acaban la
cosas, los asuntos, todo, para sentir vértigo, miedo. Nada como la finitud para
liquidarle a uno la respiración y comprimirle el riego sanguíneo.
Si a ese malestar le
unimos la conciencia de vivir una vida fragmentada, lo terrible es poder
concluir que cada fragmento es finito. Y, por tanto, el miedo debería ser algo
común, esto que estamos sintiendo constantemente, con lo que se supone que
estamos acostumbrados a vivir. Pero vivir no puedo ser algo que hagamos como
costumbre. No se puede vivir a la sombra de nada. Ni siquiera a la de tu propio
hermano gemelo, y mucho menos cuando escribes porque él se ha suicidado,
escribes como una forma de cortesía con la memoria o de cauterización. Escribes
porque no has entendido nada y piensas que a lo mejor así conseguirás poner en
orden alguna idea, o creerás que encontrarás aunque sea por casualidad una
frase, que te ayude a dar sentido a este paso por este lugar tan extraño que
llamamos vida.
Nuestra narradora sabe
que la relación con su hermano ha sido una patología, pero de esa patología
ella ha salido viva y su hermano extinto. Cuando el que demostraba tener
intención de dominar al destino era él. De hecho, ella padece el síndrome de la
Cenicienta, cierto deseo de encontrar otra familia. Ahí está esa obsesión por
salir de su país, gris, para irse a vivir a Nueva York, el lugar que cualquier
adolescente puede identificar como una ilusión, como el epítome del bullicio,
si es que el bullicio es un indicador de las ganas de vivir. Pero ella trabaja
en una tienda de ropa y el hermano atiende en un bar. Así vamos leyendo esta
novela sin trama, en la que el conflicto surge en lo que concierne a describir
el mundo moderno. ¿De verdad es así el mundo moderno, el de la clase media
europea? Sincopado, amargo, insensato, sin metas ni belleza. La relación con la
vida se complica y entra en un ánimo existencialista, pues uno desearía que
hubiera poesía, dignidad o victoria, y se va encontrando con que está llena de ”martes
por la tarde vacíos”. El problema es que no podemos dejar de acordarnos de que
la vida existe, y no es como quisiéramos, lo bastante lírica como para que
pudiéramos olvidarnos de ella. Y así la memoria se transforma en un caos, pero
un caos que tiene sentido, el de esta novela, que es el de recordarnos que nos
toca vivir a la contra la mayor parte de las veces, las grandes y las pequeñas.
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