Contra el fascismo
Arturo Barea
Espasa
Madrid, 2023
244 páginas
La posguerra sucedió con
el mal tono de un miércoles de ceniza, en el que el cura no cesaba de recordar
que volveríamos a ser polvo. Las palabras eran terribles y los ánimos quedaban
atrapadas en túneles oscuros. A pesar de todo, en algún campo reventaban las
amapolas y la gente se esmeraba en encalar las paredes de los patios para
recibir al sol de la primavera. Dios nos atronaba desde el cielo, pero aquí, en
la tierra, los niños buscaban nidos entre las ramas y espárragos silvestres en
las cunetas. Esto podría ser lo que sucedía en una familia más o menos
acomodada, pero no eran tantos los acomodados que creaban esas leyendas y
muchos, demasiados, los que vivían atrapados en las sombras del túnel oscuro.
Mientras se creaba el mito y se difundía todo eso de la gran hispanidad,
gestados desde el fascismo español, creando un Estado autoritario que debía
responder frente a las grandes fuerzas rivales y el destino al que estaba
llamado, el del mejor de los imperios posibles para todo y para todos, Arturo
Barea (Badajoz, 1897 – Faringdon, 1957) trataba de explicar a cualquier
contertulio internacional qué había sucedido para que el país terminara siendo
franquista tras la cruel guerra.
Barea escribió La
forja de un rebelde, que bien podría ser uno de los diez libros clave, y de
los diez mejores, de la historia de la literatura española. Y una de las
mejores experiencias de memoria que se pueden leer en este planeta. Aquí,
exiliado en Inglaterra, se esfuerza por la neutralidad mientras dicta un
diagnóstico que resulta muy preciso, a la vez que sentimos cómo nos desmoronamos,
al comprobar que su predicción no llegó nunca a cumplirse. La España libre y
democrática que debía llegar tras la caída del nazismo y el fascismo italiano
jamás tuvo lugar. Barea abogaba por un Estado en que las fuerzas de acción
colectivas y la administración comunal que constituyeron el núcleo central de
la defensa republicana fuera el sustrato que diera forma a la organización
colectiva. Sabe que hay que separarse de la historia, que deben destruirse los
bastiones de la casta (a la que no cesa de maldecir sin acritud, limitándose a
explicar quiénes son y cuáles son sus principios). Y sostiene que los anarquistas
fueron estupendos administradores y organizadores a pequeña escala, fieles a la
vieja tradición de autoadministración local. Barea cree que una España libre y
democrática “tendría que renunciar resueltamente a toda aventura colonial y
poner todo ese empeño en la colonización anterior del territorio español
desatendido, y de los no menos olvidados seres humanos de España”. Es decir, en
el año 1940 ya temía por la España vacía.
El libro reúne dos
piezas, Lucha por el alma española y España en el mundo de la posguerra,
que tienen bastante de ensayo de prensa y por tanto de divulgación. Tal vez sea
un error recopilarlas bajo en epígrafe Contra el fascismo, pues la
expresión es más agresiva del lenguaje que Barea maneja. Pero la intención es
clara y la estrategia bien definida: seguir los impulsos que ha seguido la
línea temporal, para ir estudiando cómo queda definido un país totalitario,
quién es el jefe del Estado y quiénes son la casta que le apoyan, qué papel
juegan los mitos hispánicos a la hora de manipular a las masas (de hecho, todo
mensaje se va reduciendo al mito). Yo todo ello escrito de cara a una Europa en
la que todavía se confía. De hecho, es la confianza lo que lleva a Barea a
escribir estos análisis, la confianza en que todavía estemos a tiempo de conseguir
que entre algo de luz en ese túnel al que nos arrojan los miércoles de ceniza,
y del que no nos dejan salir.
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