Derrotero
Antonio Sánchez Gómez
Sigilo
Madrid, 2022
217 páginas
Cuando inauguraron la ciudad del Milenio nos dijeron que nos sacaban de la larga noche neoliberal, dice Wilmer mirando la oscuridad del río. Pero nos dejaron en el frío infierno extractivista.
«Navegar é preciso, viver não é preciso». La expresión la
popularizó Fernando Pessoa, aunque se atribuye a Pompeyo, que aleccionó así a
unos marineros que, amedrentados por una tormenta de rayos, se negaban a embarcar
para ir a la guerra. Navegar es necesario, vivir no es necesario. Sin ninguna
explicación, sin exégesis, suena a boutade. La pregunta que cabe hacerse
es si la vida sin navegación tiene sentido. Ese es el fundamento de este Derrotero,
con el que Antonio Sánchez Gómez (Extremadura, 1981) aterriza en el panorama
literario. Ha pertenecido a un grupo de cooperantes en lucha por los derechos
de la tierra y de los habitantes originales de la tierra, en uno de los lugares
en los que esta lucha es más significativa: la Amazonía ecuatoriana. Gracias a
su viaje y a su residencia allí, pudo conocer sobre el terreno el territorio en
el que encuadrar esta novela, que sigue un itinerario probablemente definido en
la biografía del autor. Lo que ven los personajes se asemeja mucho a lo que debió
ver él.
Ellos, los personajes, son un grupo
de cuatro personas, de distinta procedencia, que no se limitan a la reivindicación
de los derechos humanos y a la defensa ecológica a través de redes y demandas.
En un afán por saltar al otro lado de lo efectivo, se proponen ser más piratas,
sentirse parte de una pequeña resistencia, como si estuvieran ideando una
guerrilla. En el mal orden universal, su acto parecerá una gamberrada, pero su
simbolismo es grande: navegar es necesario, y uno navega con su cuerpo y con
las acciones que están al alcance de su cuerpo. Sabemos que estos actos, como
las denuncias, son navegación. Lo que nos faltaría por dilucidar es si es
navegación el libro.
Para el autor y para sus amigos, no
nos cabe duda, lo es. Y uno tiene la sensación de que está frente a un libro escrito
para ellos, en buena medida. En cuanto a la redacción y publicación de cara al
lector desconocido, si se hace necesario es por ayudar a divulgar ese fenómeno que
se enuncia en el párrafo de introducción de la reseña: nos dejaron en el frío
invierno extractivista. Así es como se está tratando a la Tierra, arrancándole
toda la riqueza, todo el sustento, todo el sustrato sobre el que se genera la
vida.
El libro está escrito a modo de
diario de una aventura. Debemos advertirlo: no estamos frente a un autor que
pretenda seguir un canon literario de altura, no estamos ante Conrad, ni ante
Proust. En ese sentido, la lectura es fácil. En realidad, la mayor apuesta del
texto está en identificar energía, la que desbordan los protagonistas, con
razón, la que les ampara y justifica en cada uno de sus pasos. Tal vez nos
hubiera gustado una última revisión de los diálogos, que en ocasiones se
extienden un poco más de lo necesario sin que avance la acción mientras se
enuncian. Y tal vez nos hubiera gustado comprobar que uno puede también salirse
de sus parámetros y plantearse, por ejemplo, todos los conflictos envueltos en
la neocolonización, no sólo los extractivistas y de explotación. Tal vez nos
hubiera gustado leer más conflicto humano, más tensión interior en los
personajes. Pero entonces estaríamos hablando de otro libro y estaríamos
hablando de nuestro orgullo lector. El libro no pretende alcanzar tal
desarrollo narrativo y psicológico. Se entrega a una causa noble y en ese
sentido no puede ser más sincero. Y la sinceridad sigue siendo un valor que
agradecemos.
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