El mal del chamán
Jacek Hugo-Bader
Traducción de Ernesto
Rubio y Agata Orzeszek
La Caja Books
Valencia, 2022
357 páginas
La civilización
occidental ha tardado siglos en llegar a unos conocimientos científicos que se
supone salvan vidas, es decir, salvan el mundo. Entrelazamos esos conocimientos
con nuestras necesidades y sobre ese sustrato elaboramos lo que creemos que es
un acervo cultural, que se nutre también de datos históricos y hasta de
tradiciones suaves o canallas. Una buena parte de lo que somos es dogma, pero otra,
la que mejor nos salva, es debate. La primera está cerrada y la segunda en perpetuo
movimiento, alimentada por las cualidades de la curiosidad, la generosidad, la
colaboración, la empatía y las ilusiones. Con todo, tanto lo rígido como lo
elástico tiene que crecer sobre nuestros instintos primarios, en los que
destaca la violencia, pero también el deseo. Y este deseo, bien encauzado,
puede llegar a ser una ruta hacia la salud, hacia la sanación. Al fin y al
cabo, el efecto placebo se sustenta sobre eso: desde el fondo de un cerebro
partido, se impone el anhelo de recuperación, porque en esta vida hay
demasiadas cosas buenas a las que es un disparate renunciar. Basta con ser
consciente de que uno está haciendo algo para sanar, basta con la lucha, para
empezar la recuperación.
Algo así parece ser la
conclusión del nuevo viaje que emprende, otra vez por Rusia, otra vez por la
espalda del mundo, Jacek Hugo-Bader (Sochaczew, 1957), que se está convirtiendo en uno de los mejores
cronistas del planeta. El eje alrededor del que gira el viaje, los encuentros
con chamanes, terminan por ocupar todo el relato, pues de tal calibre es la
potencia de los encuentros, de las entrevistas, de los relatos que escucha.
«-¿Y de qué pensaban tratarlo? -pregunto-. ¿De la guerra, del vodka, de las alucinaciones, de la esquizofrenia?
«-Del mal del chamán -gruñó Antoni.»
Entramos en algo parecido
a la locura, para ir descubriendo que ese talento, el de poseer las virtudes de
un chamán, tal vez no sea tan disparatado. Al parecer, sí hay gente que se cura
a través de sus intervenciones, y sí hay algo de videncia. En cualquier caso,
una vez dentro de la misma atmósfera que respiran quienes creen en ello, no
resulta tan sencillo ejecutar un pensamiento cartesiano que nos permita ver con
distancia, y así cuestionar, las consecuencias de lo que se escucha. Hugo-Bader
crea así una crónica que está cerca del realismo mágico. Una crónica que es una
realidad que en otra parte se atendería de otra manera: “A veces, mientras
estamos viendo la tele y tomando té la mar de a gusto, Antoni empieza a hablar
con alguien. Resulta que eso no impide que llevemos una vida perfectamente
normal, aunque en mi planta para algo así administro medicamentos psicotrópicos”.
«-Al lector europeo le resultará una ficción imposible de digerir», le advierte uno de los protagonistas,
cuando Hugo-Bader le anuncia que en el libro aparecerán los secretos
chamánicos. Pero esa intuición es uno de los pocos errores que parecen cometer
los entrevistados en sus encuentros con el autor. El libro se devora, por
seguir utilizando la metáfora digestiva, y pasa inmediatamente a formar parte
de nuestro organismo. Está escrito con una resolución prístina y nos remite a
un mundo que echamos de menos, un mundo en el que todo funciona de una forma más
natural, sin pastillas para dormir, sin plataformas digitales, sin encuentros a
través de páginas web, sin compras online, sin contaminación sobre las cabezas,
sin noticias furiosas ni discusiones enfurecidas. Es posible, es bastante
probable, que encajemos a estos seres entre los locos, pero será en la categoría
de los locos que merece la pena conocer, pues sus causas no son ilegítimas. Y,
de hecho, gracias a la soltura que Hugo-Bader ha demostrado en tantas
ocasiones, estaremos conociéndolos y alegrándonos de compartir ese viaje. El
mal del chamán es una obra maestra de la crónica.
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