domingo, 6 de marzo de 2022

LAGARTA

 

Lagarta

Gabi Martínez

Geoplaneta

Barcelona, 2022

269 páginas

 



De ser cierto que la proximidad, el contacto, hacen el cariño, uno debería vigilar con mucho más cuidado dónde pone los pies, a quién da la mano, qué aire elige respirar, hacia dónde prefiere que se pose la vista. Es fácil establecer contacto con cuerpos y situaciones que ocasionan lesiones morales: la vida contemporánea ofrece un estupendo abanico de opciones directas a cualquier versión de neurosis, como el alto voltaje urbano o el sadismo de los medios de comunicación. La alternativa sigue estando en lo que nos regala esa palabra antigua, que se ofuscó de tan mal uso como se le ha dado, que es pureza. Pureza supone alejarnos de la maldad y de la insania. Los libros que pertenecen al género de escritura de naturaleza nos regalan esa sencillez que necesitamos, la que nos acerca a una pureza que es fácil compartir, con la que es posible entrar en contacto. Ahí está la tierna sanación de Amy Liptrop en una isla aparentemente hostil, a muestra de ejemplo, o la comunión con un ave de Helen Macdonald para superar un duelo. Y, por supuesto, las obras maestras literarias de Robert Macfarlane o la clásica sabiduría inocente de Thoreau. En España, Gabi Martínez (Barcelona, 1971) se está convirtiendo en el primer representante de este movimiento hacia lo natural. Y ahora nos trae un recorrido por el país, al encuentro de algunas de las especies más amenazadas y más queridas. Su amor por los espacios abiertos y los seres ingenuos, brota de espíritus como el de Félix Rodríguez de la Fuente, con cuyos documentales nos criamos tantos niños.

Hemos dicho seres ingenuos y queremos decir seres libres. El cariño que Gabi Martínez demuestra hacia estos animales lo hemos visto reflejado en otro tipo de obras, al margen de documentales de naturaleza. Durante la lectura uno tiene presente El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, que finalmente aparece mentado. Pero también esa pequeña joya que es El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, uno de esos libros que lleva el amor a los seres del bosque a un punto perfecto de azúcar. Aunque Gabi Martínez no se queda en los animales, de los que da cuenta histórica y situación ecológica, pues también establece amistad -porque no de otra manera podemos leer su convivencia con las personas- con gente dedicada a cuidarlos. Serán esas personas las que darán sentido a lo que nos hace humanos: el cuidado de los demás. Se trata de gente que nos demuestra que se puede seguir siendo natural, dado que el principal requisito será ser en relación con la naturaleza. La pasión se refleja en una acción de vida, aunque esta acción sea la de aguardar quietos: “La espera vacía nos llena de significados. No ver nunca nada plantearía otra cuestión, pero desear ver mucho y variado sabiendo que no todo se obtendrá, te prepara para ser feliz”.

Leemos sobre mitos -el lagarto de El Hierro, el urogallo, la cigüeña negra, el lince, el desmán-, pero los mitos se transforman en carne y sangre, en seres vivos, en convivencia y en respeto. A la hora de la verdad, de esta búsqueda y de estos encuentros surge un libro sobre el tema de la libertad, que nos define no la idea de la misma, sino la consistencia del sentimiento. Nos habla de la conveniencia de ir a los márgenes para saberse vivo y libre, en una época en la que la transgresión consiste, paradójicamente, en apostar por la conservación de espacios y seres que nos hacen ser humanos, en un sentido de humanidad que lleva recorriendo el planeta desde los tiempos del Génesis. Lagarta es un soplo de aire libre, una invitación a romper suelas muy discretamente por el entorno sanísimo de los espacios naturales. Donde recordaremos que sí es posible cultivar el cariño puro en contacto con lo que más merece la pena.

 

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