Lagarta
Gabi Martínez
Geoplaneta
Barcelona, 2022
269 páginas
De ser cierto que la
proximidad, el contacto, hacen el cariño, uno debería vigilar con mucho más
cuidado dónde pone los pies, a quién da la mano, qué aire elige respirar, hacia
dónde prefiere que se pose la vista. Es fácil establecer contacto con cuerpos y
situaciones que ocasionan lesiones morales: la vida contemporánea ofrece un
estupendo abanico de opciones directas a cualquier versión de neurosis, como el
alto voltaje urbano o el sadismo de los medios de comunicación. La alternativa
sigue estando en lo que nos regala esa palabra antigua, que se ofuscó de tan
mal uso como se le ha dado, que es pureza. Pureza supone alejarnos de la
maldad y de la insania. Los libros que pertenecen al género de escritura de
naturaleza nos regalan esa sencillez que necesitamos, la que nos acerca a una
pureza que es fácil compartir, con la que es posible entrar en contacto. Ahí
está la tierna sanación de Amy Liptrop en una isla aparentemente hostil, a
muestra de ejemplo, o la comunión con un ave de Helen Macdonald para superar un
duelo. Y, por supuesto, las obras maestras literarias de Robert Macfarlane o la
clásica sabiduría inocente de Thoreau. En España, Gabi Martínez (Barcelona,
1971) se está convirtiendo en el primer representante de este movimiento hacia
lo natural. Y ahora nos trae un recorrido por el país, al encuentro de algunas
de las especies más amenazadas y más queridas. Su amor por los espacios
abiertos y los seres ingenuos, brota de espíritus como el de Félix Rodríguez de
la Fuente, con cuyos documentales nos criamos tantos niños.
Hemos dicho seres ingenuos
y queremos decir seres libres. El cariño que Gabi Martínez demuestra hacia
estos animales lo hemos visto reflejado en otro tipo de obras, al margen de
documentales de naturaleza. Durante la lectura uno tiene presente El bosque
animado, de Wenceslao Fernández Flórez, que finalmente aparece mentado.
Pero también esa pequeña joya que es El viento en los sauces, de Kenneth
Grahame, uno de esos libros que lleva el amor a los seres del bosque a un punto
perfecto de azúcar. Aunque Gabi Martínez no se queda en los animales, de los
que da cuenta histórica y situación ecológica, pues también establece amistad
-porque no de otra manera podemos leer su convivencia con las personas- con
gente dedicada a cuidarlos. Serán esas personas las que darán sentido a lo que
nos hace humanos: el cuidado de los demás. Se trata de gente que nos demuestra
que se puede seguir siendo natural, dado que el principal requisito será ser en
relación con la naturaleza. La pasión se refleja en una acción de vida, aunque esta
acción sea la de aguardar quietos: “La espera vacía nos llena de significados.
No ver nunca nada plantearía otra cuestión, pero desear ver mucho y variado
sabiendo que no todo se obtendrá, te prepara para ser feliz”.
Leemos sobre mitos -el
lagarto de El Hierro, el urogallo, la cigüeña negra, el lince, el desmán-, pero
los mitos se transforman en carne y sangre, en seres vivos, en convivencia y en
respeto. A la hora de la verdad, de esta búsqueda y de estos encuentros surge
un libro sobre el tema de la libertad, que nos define no la idea de la misma,
sino la consistencia del sentimiento. Nos habla de la conveniencia de ir a los
márgenes para saberse vivo y libre, en una época en la que la transgresión
consiste, paradójicamente, en apostar por la conservación de espacios y seres
que nos hacen ser humanos, en un sentido de humanidad que lleva recorriendo el
planeta desde los tiempos del Génesis. Lagarta es un soplo de aire libre, una
invitación a romper suelas muy discretamente por el entorno sanísimo de los espacios
naturales. Donde recordaremos que sí es posible cultivar el cariño puro en
contacto con lo que más merece la pena.
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