Mirad las aves del
cielo
Stanislaw Lubienski
Traducción de Amelia
Serraller
Volcano
Madrid, 2021
210 páginas
De los cinco sentidos que poseemos, en realidad el más potente es el tacto.
A él acude las sensaciones de
frío o calor, y las más sugerentes impresiones de la ternura. Pero reducidos a
un mundo interno, ese al que se acuden con las técnicas de relajación, nos
vemos en la tesitura de dar prioridad a lo que somos como entes visuales o
auditivos. Vemos y oímos para sentirnos bien, para reconocernos, porque nuestro
olfato es muy limitado y el sabor está al servicio de otra causa, demasiado
vinculada a la supervivencia. Con la mirada y el oído por herramientas, los naturalistas
salen al monte y descubren que todavía hoy por encima de estos escombros de
civilización que, paradójicamente, todavía se mantienen en pie, existe el
bienestar de un mundo puro.
“Puede que ya no camines por pantanos y bosque, pero el vuelo accidental de un pájaro picapinos siempre atrapará tu mirada”
Eso nos dice Stanislaw Lubienski
(Varsovia, 1983) al principio de su libro, que lleva por título una popular
alocución bíblica: Mirad las aves del cielo. Las aves no siembran, ni
siega, ni recogen en graneros, pero “vuestro padre celestial las alimenta”,
pone San Mateo en boca de Jesucristo: “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”.
Lubienski aporta a la respuesta una integración de las aves en la vida humana,
compartiendo con el lector una impresión en la que se equilibran las emociones,
las sensaciones, los sentimientos que nos transmiten, con la certeza de estar
frente a bestias, exquisitas, eso sí, pero bestias. En realidad, en ellas
proyecta lo mejor de lo que nos hace humanos, que tiene que ver con los
mecanismos salvajes que mantenemos en el sustrato. Hemos dicho bestias y hemos
dicho salvajes, y algo que podría remitirnos a defender la ley de la selva, por
el uso peyorativo que tienen ambos términos en el lenguaje coloquial, se trata,
en realidad de un elogio. Es más, en la literatura de Lubienski se trata de una
forma de divinizar: versar sobre aves nos habla de lo humano, pero también de
lo más excelso que tenemos a nuestro alcance.
Y para ello se recurre a
la pintura, a la música, al cine, a la etimología. Pero, sobre todo, a la
observación directa, al contacto a través de la mirada y del oído, ese que nos
gustaría prolongar con el tacto. Lubienski se relaciona con el sentimiento de
libertad a través de las aves, nos expone el aire libre como lucidez y la
ciudad como un lugar donde uno puede hallar desahogos: en el vuelo de un ave,
en una cáfila de hormigas, en las pequeñas plantas. Y, además, está la
inspiración de las migraciones, que son la forma más sencilla y pura de
nomadismo que jamás ha existido. Si este libro se nos hace necesario, será porque
en su lectura nos reencontramos con la parte buena de nosotros mismos.
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