Cadillac Ranch
Antonio Tocornal
Sloper
Palma de Mallorca, 2023
194 páginas
El mundo está lleno de
gente que no ha escrito El Quijote ni ha asesinado a nadie. Y lo más terribles
es darse cuenta de que tienen voz, que nos pueden hablar con toda la carga de
lo que sea que están viviendo. Tener sentido del humor y soportar el fracaso supone
convivir con antagonistas, pero también fomentar una faceta creativa, tal y
como exponía Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía, cuando da por
supuesto que de una pareja sorprendente sólo puede salir un relato muy vivo.
Ese parece ser el principio sobre el que se asientan estos textos de Antonio
Tocornal (San Fernando, Cádiz, 1964), a los que cabe añadir la carga de soledad
que soportan. Narrados todos en primera persona, invitándonos a habitar durante
unos minutos dentro de la piel y el cráneo de los protagonistas, nos
sorprenderemos con la facilidad con que uno puede quedarse aislado en un mundo
en el que la intercomunicación es la constante. Todos se comunican entre sí,
menos yo. Eso conlleva que nuestros personajes padezcan la enfermedad de no
entender nada, ni siquiera en las materias en las que se supone que son
expertos.
Tocornal escribe con una
imaginación que nos remite en ocasiones a Juan José Millás, por ejemplo, pero
también a Kafka. En realidad, se trata de una voz personal, un extrañamiento
que bordea demasiado lo mundano: esto no puede estar ocurriendo, nos decimos
durante la lectura, pero estas cosas sí ocurren. O seguro que ocurre algo
parecido, pero a los demás, a los infelices. Y, sin embargo, la facilidad con
que escribe Tocornal nos arroja dentro del relato en el que se transgrede, pero
sin hacer daño, en el que se escruta la posibilidad de doblegar la imposible
salud mental. Al fin y al cabo, ¿en qué consiste estar cuerdo?
Un tipo intenta emular a
Jack Kerouac en On the Road y le sale una huida entre ambientes
desagradables, con sexo y obsesiones vulgares. Otro vive la expansión de su hogar
como la antítesis de la Casa tomada de Julio Cortázar, hasta acabar en
el limbo. Un tercero no sabe qué hacer con la senectud y el siguiente se dedica
a retirarse del mundo instalándose en el centro de él. O aislándose en el
parque, a donde le lleva su muerte de éxito, y el éxito es absurdo. Un tipo se
vende por un plato de lentejas que es algo frecuente y es algo absurdo. Así se
mueven estos personajes en territorios que son fronterizos no por poco
visitados, sino por encontrarse entre lo conocido y lo desconocido. La
decadencia no tiene porque ser amarga y las musas bien pueden ser las moscas.
Total, basta con cambiar alguna letra. De este cariz es el ingenio de Antonio
Tocornal, que en estos relatos se muestra como un escritor en plena forma.
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