El enigma de las
arenas
Robert Erskine Childers
Traducción de Benito
Gómez
Edhasa
Barcelona, 2022
443 páginas
La crisis de madurez
tiene una relación directísima con la conciencia de lo sufrido que resulta
hacerse mayor: se trata de una de las experiencias más traumáticas, pues
definitivamente se queda uno a la intemperie. Ya no hay techo, ni siquiera
paraguas. Toda la tormenta que supone afrontar el día a día cae, de repente,
sobre los hombros, el cuello, los pulmones y las rodillas. La consecuente
crisis, la que implica a las señas de identidad, vendrá inevitable y nos arriesgaremos
a sentir que además de las inclemencias del clima, nos han robado el suelo bajo
los pies.
Les sucede a los grandes
personajes de Conrad, con quienes comparte esa inquietud, de entrada, el
narrador de El enigma de las arenas: “Y entonces llegó la prueba más
dura, porque comprendí la horrible verdad de que el mundo que yo creía tan
indispensable podía, después de todo, pasar sin mí”. El sentido a su ruta, que
sucede en el mar, pero que es metáfora de vida, le sale al paso con el
encuentro de su compañero de viaje. Entre los dos se establecerá una relación
de maestro y alumno, en la que el alumno, quien narra, es sobre todo observador
y el maestro, que empuja a la aventura, es sobre todo actor. Uno está buscando
el eje que justifique y razone una existencia; el otro necesita reinventarse: “Aún
no tenía idea de dónde empezaban sus rarezas y acababa su personalidad propia,
y supongo que él se hallaba en la misma tesitura con respecto a mí”.
El relato empieza y se
mantiene por la inquietud que genera el conocer al otro: “Oírlo hablar era
sentir una corriente de aire puro que de pronto soplara en el ambiente cargado
de un club, donde los hombres intercambiaban vanas trivialidades, susurran
viejas consignas, se marcha y no hacen nada.
“En nuestras conversaciones
sobre política y estrategia éramos Bismarck y Rodney manejando flotas y
naciones; y, desde luego, no cabía duda de que nuestra imaginación sufría de
ven en cuando arranques extravagantes.”
La novela mantiene, así
mismo, el interés de las descripciones de paisajes, que son cuadros casi
físicos, auténticas pinturas románticas. Sobre esos parajes, nuestros amigos
emprenden un itinerario que cobra especial relevancia para los navegantes,
debido al lenguaje técnico tan presente. Aunque no será ese su punto fuerte, el
que nos atrape, pues la tensión flota debido a la época en que está ambientada
la obra, un tiempo en el que el conflicto europeo estaba muy latente y que,
iremos descubriendo, es la motivación que mantendrá viva la hoguera en que se
convierte la tenacidad de los protagonistas.
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