El oficio de la
venganza
L.M. Oliveira
Punto de vista
Madrid, 2021
231 páginas
Frente a la cobardía, la
venganza. Esa es la propuesta que se hace a sí mismo el protagonista. La
venganza, como en el caso del capitán Ahab, servirá para dar sentido a una
vida. O al menos eso es lo que él cree. Pues en realidad, desde el puesto
privilegiado en el que se encuentra el lector, nos damos cuenta de que se trata
en buena medida de una excusa, lo cual nos ayudará a preguntarnos cuántas de nuestras
reacciones, sobre todo las primarias, no las amparamos en excusas que cargamos
de contenido para disfrazarlas de razones. En buena medida, asistimos a la
gestación de un motivo para vivir como efecto rebote: frente a la tiranía del
cobarde, el clavo ardiendo del ojo por ojo. En realidad, todos los personajes
se moverán por ese tipo de instintos, caóticos y primarios.
Sabemos que el narrador
fue un crítico literario entregado a desmenuzar obras con cierta saña. Y que
cayó enamorado de una escritora con un proyecto literario tan pedante como su
forma de expresarse. Durante la primera mitad de la novela, se entrelazan las
vidas casi cotidianas de estos personajes, junto a la de algunos secundarios, que
sirve para crear la trama de una infelicidad cotidiana. Al mismo tiempo, junto
al referente de Moby Dick, o del capitán Ahab, se sigue al de Luis de Cáncer,
un sacerdote que acompaño a Fray Bartolomé de las Casas en su periplo por la
América en colonización, pero que, a diferencia de éste, decidió permanecer en
el continente, donde consideró que se encontraba su lucha. Entre obsesiones
vamos dibujando un panorama que reventará con motivo de una desaparición y el
comienzo de una búsqueda.
Es entonces cuando la
novela cambia de atmósfera. Una vez planificada la venganza, es decir, el deseo
de venganza puesto en primera línea de intenciones, pasamos a un viaje. La
estructura se convierte en lineal e itinerante. El protagonista emprende viaje
a la búsqueda del supuesto malhechor, el tipo que le arrebató el amor, un
excéntrico que comenzó formando parte de un grupo de artistas llamado “Los Divinos”
y terminó dirigiendo una secta muy vehemente. El rastro que ha ido dejando le
entrega a conocer seres extraordinarios, lo cual no quiere decir que superen lo
vulgar, sino que se entregan a sus pasiones, como el perseguido, que se va
transformando en un fantasma en el ánimo del narrador, se entrega a las
estafas. Intervienen en las relaciones los juegos de seducción, que serán los
que permitan apilar nueva información, hasta que se nos explique cómo llegó el
protagonista a la situación en la que empieza la novela, desde la que está
contado el relato: el secuestro y la retención en una celda improvisada, sin
explicaciones, sin que nadie muestre intención de darle a conocer motivos. Esta
será, a la hora de la verdad, la motivación que genere la acción y nuestra
lectura: la necesidad que tenemos de hallar el porqué de las cosas. Y, tal vez,
el verdadero tema central de una novela que está escrita con un estilo tan
preciso como rico, tan acorde a la trama como al anhelo del personaje obsesivo
y desnortado que nos habla.
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