Biofilia
Edward O. Wilson
Traducción de Teresa
Lanero Ladrón de Guevara
Errata Naturae
Madrid, 2021
251 páginas
En esta obra, en esta biofilia,
intenta mostrarnos nuestras limitaciones y divulgar en qué consisten las
aspiraciones más nobles, que son las más sanas para el individuo y para el
planeta; nos explica que lo que no hemos logrado es comprender, pero que
estamos en el buen sendero si lo que pretendemos es estar en el buen sendero, y
nos demuestra que lo que nos neurotiza es creer que sí tenemos el control, que
logramos dominar el mundo, es decir, la naturaleza del mundo. El neologismo
biofilia se define como la tendencia innata a prestar atención a la vida y a
los procesos naturales. El adjetivo, innata, no es baladí. Sólo entramos en armonía,
en serenidad, si obedecemos a la materia de la que estamos hechos. Para indagar
en ella, Wilson viaja al corazón de su asombro y nos demuestra que la capacidad
de maravillarse, observando la vida, es mucho más grande que cualquier océano.
En realidad, expone que el viaje del naturalista, que formaría parte de nuestra
esencia innata, acaba de empezar. Sin embargo, cada día queda menos naturaleza
que observar.
De ahí que termine con
una reflexión acerca de la ética del conservacionista, unas páginas en las que
escruta la emoción para luego pasar a analizarla. La emoción será aquello que
recibamos, el impacto, a partir del cual se generará un sentimiento y, a través
de la razón, un pensamiento que inevitablemente se refiera al futuro.
Previamente, Wilson ha intentado asentar las bases de lo que somos en lo que
atañe a nuestros vínculos naturales. Nos ha enfrentado a Darwin y a lo que supuso
Darwin en su momento, a las dificultades, a la mentalidad, a la rigidez
contraevolutiva. Nos ha acompañado a los misterios de las inteligencias
animales y a las de los superanimales, como las colonias de hormigas. Ha
indagado acerca de las diferencias y los campos comunes entre los científicos y
los poetas –“el científico puede pensar como un poeta, pero los productos de su
imaginación rara vez se conservan en su estado original”-, ha descrito el pensamiento
analítico y el pensamiento sintético, y nos orienta por la figura del científico
como descubridor –“la ciencia es todo lo que sabemos, por oposición a la
filosofía, que es lo que no sabemos”. Nos expone el origen, o las hipótesis del
origen de miedos y amores con ciertas especies animales, como la serpiente, y
explica por qué buscamos reproducir el hábitat que resulta más natural en el
hombre, las características de la sabana, que se corresponden a un idilio con
el entorno.
Wilson vuelve a enfrentarnos
con nuestros miedos, pero siempre sabiendo que existe una puerta abierta, por
la que podemos salir, y que la salida depende del grupo y del individuo:
“No sería extraño que todos los problemas del ser humano proviniesen (…) del hecho de no saber qué somos y de no ponernos de acuerdo en lo que queremos ser. Es probable que esta deficiencia tan notable no se remedie hasta que tengamos un mayor conocimiento acerca de la diversidad de la vida que nos creó y que nos sustenta”.
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