La particular memoria
de Rosa Masur
Vladimir Vertlib
Traducción de Richard Gross
Impedimenta
Madrid, 2022
436 páginas
Lo que nos estremece tras
leer estas páginas es darnos cuenta de en qué consiste esa metáfora de la vida
como lucha: no se trata de salir a bregar contra viento y marea; no se trata de
librar batallas contra molinos de viento ni contra los poderes económicos; no
se trata de implicarse de una forma más o menos voluntaria en la supervivencia,
con todo el desgaste que eso supone; en realidad, la lucha no es algo que uno
protagonice, no es algo en lo que uno participe haciendo uso, con más o menos
sentido de la justicia, de la voluntad, no; en realidad, la lucha es algo que a
uno le sucede, como nos suceden tantas otras cosas, desde la necesidad de respirar
hasta la muerte.
Esa es la enseñanza que
ocultan estas memorias de Rosa Masur, una mujer normal que atraviesa un siglo
de vida con una fortuna que en ocasiones nos recuerda a ciertos personajes de
Dickens, pero que no deja de contener la experiencia vital y literaria propia
de Rusia: nacer, crecer, morir, sin lujos amorosos ni de honor, como suceden en
otras tradiciones artísticas. Existe, eso sí, un intento constante de asfixiar
la dignidad, como una imposición de lo que supone cualquier alternativa al
suicidio, es decir, como algo natural a la condición de estar vivo, y un deseo
constante de mantener esa dignidad. La asfixia es el acoso exterior. El deseo
es lo que caracteriza al ser humano. En ese sentido, esta novela, es un estudio
del individuo frente al colectivo. Su autor, Vladimir Vertlib (San Petersburgo,
1966) nos deja esa afirmación casi propia del anarquismo, la de quien asegura
que tiene fe en las personas, pero no en las grandes agrupaciones.
Rosa Masur atraviesa
tanta historia, y esta influye tanto en la suerte de la protagonista, que uno
se atreve a considerar la opción de catalogar la novela como histórica. Se
trata de una falsa biografía, en la que el adjetivo “falsa” cabe ser muy cuestionado.
Vertlib plantea la obra con mucho realismo, incluso con cierta inclinación al
naturalismo. La voz de la protagonista, que es la que nos narra su vida, no se
plantea nada que parezca afectar al terreno de la imaginación; no sentimos que
nada de lo descrito sea figurado, tenga una lectura metafórica, nos deslumbre
porque el acontecimiento no se nos hubiera ocurrido nunca. Parece, más bien,
que el tratamiento es documental: esto que sucede es lo mismo que nos hubiera sucedido
a cualquiera de haber nacido en esa misma tesitura. La compatibilidad de la
imaginación con la verosimilitud será una de las constantes dudas que le puedan
surgir al lector mientras va conociendo la vida de Rosa Masur. Acostumbrados a que
la imaginación toque demasiado el reino de la fantasía, esta obra nos recuerda
que también afecta a lo más mundano.
Aunque no es tan mundana
la vida de la protagonista. Es cierto que podríamos pensar que cualquiera la hubiéramos
imaginado, porque la mayoría de los episodios nos pueden sonar a conocidos,
pero también es cierto que es raro comprobar cómo alguien puede relatar su
biografía con esa distancia que le da la consciencia de ser testigo a la par
que protagonista. Aún más complicado resulta darnos cuenta de en qué consiste
la esencia de la adaptación de Rosa Masur. Frente a la dureza de las
circunstancias, ella sigue empeñada en ser buena persona. Tal vez sea eso, la
bondad, lo que obligue a darse cuenta de que la lucha es una metáfora de la
vida que significa que vivir es algo que a uno le sucede, no algo que uno
protagoniza.
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