Los
Terranautas
T.C.
Boyle
Traducción
de Ce Santiago
Impedimenta
Madrid,
2020
562
páginas
Y
será estas ansias, estas ambiciones, las que impondrán los registros de
actuación. Los personajes, no sólo la mujer que aguarda su turno y lucha por él
con los medios que tiene a su alcance, poseen todos una ambición sin medida. En
la obra se reflejarán muchas más miserias de la condición humana, pero será la
ambición la que se imponga pues, al fin y al cabo, el tema de la novela será la
destrucción de la amistad. Dos de las voces, las femeninas, pertenecen a las
mejores amigas, ahora separadas por la campana y por el éxito. Pues éxito será
el participar en la misión dentro de la ecosfera. Sin embargo, la presencia de lo
contrario a la enseñanza del Génesis, el darwinismo, ataca a la especie: la
lucha por ser alfa, por el supuesto poder que da el reconocimiento social y la
emoción del fracaso, aparecen en forma de lucha por la supervivencia. ¿De qué
sirve vivir sin la fama? Como coartada, estará el compromiso con la misión, dos
años para demostrar que se puede habitar un entorno creado por el hombre, y que
esté entorno puede ser portátil pues, a fin de cuentas, cualquier proyecto es
posible si se cuenta con las finanzas necesarias.
La
tercera voz será la de un varón, el hombre más dispuesto al triunfo y, por
tanto, quien más tiene que perder. T.C. Boyle dispone los cambios de voces de
forma que se suceda la obra sin perder la cronología. Y, por otra parte,
contando lo sucedido tiempo más tarde, dirigiéndose al lector como quien actúa
de testigo frente a un tribunal y narra la versión de los hechos. La
subjetividad como premisa consigue que los caracteres sean creíbles. Tanto como
para perdonar la demora que se toma el autor para dar paso a la acción, al
conflicto, retratando personajes en las primeras páginas. Aunque al margen de
los retratos, se nos habla sobre la única opción para fundirnos con la
naturaleza que nos va quedando, un Edén artificial. Y los artificios carecen de
la versión cíclica de la naturaleza, esa que consolida la existencia, en la que
todo queda explicado. Así será que cuando surge un episodio inesperado, cuando
se produce el encuentro entre Adán y Eva, la prueba de fuego que será el
experimento se convierte en una olla a presión. Porque Boyle nos lo muestra con
ironía, como un intento torpe de promover algo absurdo, un desparpajo, una
exhibición de dinero que terminará por ser, para los espectadores, un concurso
de moda, un programa en el que varias personas se encierran en una casa o en una
isla desierta. La utopía está fuera de sitio, resulta, también, una coartada.
La parábola del Génesis se reduce a un Gran Hermano. El lugar de la ciencia lo
ocupa el cotilleo.
Hay
una impresión de secta en el mundo cerrado en el que habitan los protagonistas,
en el real, con los límites de la ecosfera pero también con las fronteras que
marca lo que afecta a sus alrededores, y también en el espíritu de los
protagonistas, a los que se les ha definido bien a las claras qué es pecado. La
parodia está servida al darnos cuenta de que pretendiendo conectar al hombre
con la naturaleza, se desconecta de la mejor versión de su propia naturaleza. Boyle
es crítico con las raíces del capitalismo, que pudre hasta la filantropía. La
metonimia que contiene esta novela, tan grata de leer, es la de la preguntarnos
si el hombre es digno de salvarse. La presencia de la dignidad en el eje del
texto hace crecer a la obra.
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