El gorila y el pájaro
Zack McDermott
Traducción de Sandra
Caula
Big Sur
Barcelona, 2023
336 páginas
La cuestión, lo más
difícil, es resolver en qué momento uno es capaz de escribir unas memorias como
éstas. El efecto de la vida que no está narrando es muy potente, es demoledor, da
miedo, pero el narrador que nos habla ha sido capaz de mantener una distancia
que se nos antoja natural, y el narrador es quien sufre, es quien ha padecido
esta enfermedad. El único consuelo es la madre, el pájaro, que aparece de vez
en cuando, pero sabemos que su presencia es sustrato, es lo que le mantiene
atado a la vida. Hay que estar muy sensato para ser capaz de manejar así la
memoria, de relatar con tanta serenidad los tiempos de convulsión. Estamos ante
una confesión en forma de relato, en la que el autor, Zack McDermott (Kansas,
1983), nos habla de su demencia. El libro comienza con la tragedia de creerse
encerrado en un programa de televisión tipo El show de Truman, expuesto
en un tono carente de rencor, lo cual nos hablará, finalmente, sobre el deseo
de ser normal que tiene nuestro autor. Aunque esa locura, esos disparates que
iremos descubriendo, ese deseo de ser normal, tiene la contraprestación de
revelar que en su vida también hay algo extraordinario, que será la madre: cariñosa,
generosa, víctima de un par de matrimonios en los que sufrió maltrato,
imbatible, atenta, servicial.
La memoria con que se
recorren los años se mueve libremente, viajando de un lado a otro del tiempo.
Se nos van exponiendo las diferentes hospitalizaciones, que podrían ser
divertidas de no estar hablando de los límites de lo dramático, se nos habla de
su labor como abogado de oficio, con sus resúmenes de casos comunes que nos
hacen llevarnos las manos a la cara, y se exponen sus intentos de convertirse
en cómico, que son de lo menos gracioso que podemos echarnos al entendimiento.
Nada tiene menos gracia que los talleres de risoterapia.
La familia es la tormenta
y a la vez el paraguas contra las tormentas. Hay un episodio muy significativo
en el que el autor viaja a su lugar de origen para darse de bruces con la
América profunda. Todo lo que encuentra allí, este inmigrante que ha optado por
vivir con lo justo en Nueva York, es grotesco. La sensación que da es que lo
normal en estos lugares, de los que él viene, en los que habitaron los
maltratadores de la madre, es estar mal de la cabeza. Pero nos habla de
caricaturas, no de rencor. Hacia su pasado sólo siente el amor de su madre, a
la que exculpa de su trastorno, una bipolaridad con riesgo de esquizofrenia.
Soy una pieza desencajada, nos indica constantemente, pero el mundo en el que
debería encajar tampoco es un mundo sano. Hay que estar muy lúcido para saber
equilibrar un mensaje y otro, imponiendo la experiencia personal sobre la
denuncia. Nada es razonable, pero yo no soy la persona adecuada para juzgar lo
que es o no razonable, porque nada ha de razón dentro de mí. Así se desarrolla
uno de los libros de memorias más serenos y sabios, pero más expuestos a la
patología, que hemos leído en años.
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