Una carpa bajo el
cielo
Liudmila Ulístskaya
Traducción de Yulia
Dobrovólskaya y José María Muñoz Rovira
Automática
Madrid, 2023
750 páginas
El mundo cultural frente
al poder, que es tanto como decir aquello que tiene rostro, imagen, voz, frente
a una opresión que se parece a una entelequia, al aire, a la amenaza de los
anónimos. Bajo esta atmósfera se construye esta gran novela, en la que Liudmila
Ulítskaya (Urales, 1943) ha volcado toda la experiencia de lo vivido, de su
biografía y de la de los que la han rodeado. Estamos en una URSS que va evolucionando,
desde el principio del siglo XX hasta su última década, y la URSS será, eso sí,
el Estado, el poder. Porque se nos enseñará a separar este concepto de otros
que comparten con él geografía y población, como son patria o país: el primero
mucho más emocional, y el segundo con tintes antropológicos, sociales, étnicos,
culturales. De esta manera, iremos leyendo mientras no cesaremos de
cuestionarnos si la historia contemporánea es la nuestra o es la oficial, es la
de las personas o la de los libros.
Tres niños, con alma de
artista, sufrirán acoso escolar, y así desde el inicio de sus vidas, y de la
novela, sabremos que los protagonistas, y con ellos nosotros, están a la
intemperie. Bajo esta presión sabremos que a la escuela uno acude para aprender
lo real, la realidad, y a sobreponerse a ella, pero no a derrotarla. En la
adolescencia tendrán un despertar sexual acompañado por el despertar a la
literatura, y sabrán que la utilidad de ser rebelde es la de sentirse vivo. Su
profesor, que educa fuera de lo formal, será un modelo vital. Al paso por la
adolescencia se harán necesariamente independientes, saldrán al resto del
mundo, y sufrirán aún más intemperie, topándose con eso que llamamos sistema,
esos acuerdos impuestos y esa obediencia a una jerarquía que pasarán a tomar el
lugar de los acosadores. Nuestros protagonistas, y con ellos la gente que les
rodea, sus amigos, sus amores y sus desamores, siguen creciendo y siguen
aprendiendo y descubriendo que es mucho lo que les falta por saber, sobre todo
para aprender a disfrutar, que es un verbo imposible. Hacerse mayor duele. Uno
se pregunta, ante tantas trabas, si de verdad es posible madurar. Y así llegamos
a conocer que de entre todos los temas que atraviesan esta novela, que está
construida con muchos estratos, quizás el más contundente sea la necesidad de
aprender, es decir, la necesidad de crecer.
Nuestros personajes
sufren el síndrome de Ulises sin abandonar su tierra: tristeza, baja
autoestima, anhedonia, tensión, cefaleas, fatiga crónica. Están desolados. No
se les permite vivir, a pesar de lo cual no cesan en el empeño. En lugar de
felicidad, lo que existe es el deseo de ser feliz, con las consecuencias que
esto supone y que se combate con pastillas de alprazolam. Buscan la amistad como
única salida posible, como última justificación para concluir que merece la
pena vivir, como estrategia que les permita entender que conservan la dignidad,
que están derrotados, pero no domados. Su heroísmo consiste en intentar no
perder el juicio, en un lugar que como organización, es decir, como Estado, ya
perdió el suyo. Es URSS será una cárcel que va incrementando las versiones del
horror a medida que van haciéndose mayores nuestros protagonistas.
Sin alardes formalistas,
pero con una estructura compleja, atendiendo al pasado, del que se extrae el
amor y el odio que uno precisa para transformar la emoción en literatura,
Ulístkaya escribe una obra que se construye con mucha observación y con un
sensato proceso de decantación. Es histórica, porque lo mismo que afecta a la
historia afecta a los personajes, se entrelaza con ellos, les impone y genera
conflicto. Y es realista, porque atiende a cuestiones como de dónde sale el
dinero, de dónde emana el poder y la autoridad. Es coral y refleja una cartografía
humana y temporal. Y es, sobre todo, muy vital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario