Hidrógeno
Ricardo Martínez Llorca
Lastura
Madrid, 2023
200 páginas
El infierno son los demás,
dijo el sabio francés. La boutade tiene una fácil pregunta consecuente:
entonces ¿qué es el cielo? O quiénes son el cielo, porque ese estado del alma tiene
que tener su cara y su cruz, su luz y su sombra.
Una muchacha lo pasa mal,
muy mal, y el origen en realidad no tiene tanto que ver con su deformación como
con el sentido de culpa. Y no hablamos del propio, sino el heredado, el que ha
mamado, el de los padres. Pero en este planeta hay buenos seres buenos que
pueden ayudarte queriendo y sin querer. Esta es la base de esta novela que es,
digámoslo sin más tardanza, una obra magnífica, deslumbrante, emocionante, divergente
y que sería rara de no reconocerse su estructura y su fundamento.
Respecto a la estructura,
estamos ante una novela de intriga. Como en las mejores novelas de detectives,
hay un misterio que resolver, un misterio sin asesinato. ¿Qué es lo que ha
ocasionado la maldición de la muchacha, esa cara marcada? A partir de ahí, la
pareja de detectives improvisados va desgranando sus investigaciones, que en
ocasiones llegan por casualidad. Antes que nada, debemos aclarar que la novela
aparece narrada en primera persona del plural, seguramente en homenaje a El
gran cuaderno, de Agota Kristoff, como se reconoce en algún momento del
relato. Sin embargo, la voz se va desdoblando y los gemelos que narran, familiares
de la muchacha, se turnan en la relación de las averiguaciones como si fueran,
efectivamente, una única persona que se despliega y multiplica. El efecto está
perfectamente conseguido y el lector reconocerá que da gusto enfrentarse a una
voz valiente.
En lo tocante al
fundamento, podemos hablar de una obra psicológica en el sentido en que sería
psicológica una obra de Thomas Bernhard. No cabe asustarse. Martínez Llorca es
muy consciente de que se dirige a todo lector y no escribe con la complejidad del
intelectual austriaco. Pero al igual que en Bernhard, la psicología se deduce
de las asociaciones que brotan a partir de un acto, de un gesto, de un
movimiento.
La novela arranca en el
momento en que los aviones se estrellan contra las Torres Gemelas. No es
baladí. En casi todas las vidas hay un antes y un después de un acto así de
potente. Toda acción empuja a una reacción. Y el malestar social que se
generará en los tiempos posteriores, al menos en este país, decidirá también la
suerte de nuestros protagonistas, a los que no nos quedar más remedio que ir
queriendo más y más a medida que pasan las páginas.
Martínez Llorca nos ha
acostumbrado a trabajar novelas sobre viajes y montañas, relatos de aventuras
reales e imaginarios. Ahora entra en el mundo urbano y lo desmenuza sin olvidar
que para retratar a una ciudad uno debe retratar no sólo sus miserias
organizativas y políticas, sino también la característica más propia de la
ciudad, en lo que afecta a los personajes, que es que la gente no se conoce.
Hidrógeno bien podría ser, en definitiva, la
novela especial que todos los lectores esperan, un lugar donde las angustias se
deben reconciliar con el afecto. Es una obra que le encantaría, sin duda, tanto
a Dashiell Hammett como a William Faulkner.
No hay comentarios:
Publicar un comentario