Yoga
Emmanuel Carrère
Traducción de Jaime
Zulaika
Anagrama
Barcelona, 2021
320 páginas
Carrère enfrenta sus
miedos y sus amores, su capacidad de temer y su capacidad de amar, en ese tipo
de dicotomía que genera buena parte de la literatura que practica: “Es la
esencia de su pensamiento, esa gran ley de la alternancia que dice que todos
los fenómenos de la vida van en parejas y se engendran recíprocamente”. A
partir de ahí, genera las hiedras que van cubriendo al tronco del árbol sobre
el que monta su proyecto. Carrère nos demuestra que ha vivido mucho y todo lo
ha sentido con gran intensidad, y que esa manera de afrontar los días y las
noches le han servido para encontrar momentos. Esos momentos serán los
cimientos de los episodios en los que se entretiene: una estancia en un retiro
de yoga en la India, que interrumpe la brutalidad el atentado contra los
trabajadores de la revista Charlie Hebdo, la explosión de la depresión
que le lleva a quedar internado en un sanatorio, la visita a campos de
refugiados en la costa griega y, finalmente, la amistad con su editor en un episodio
que le lleva a un duelo sano. Ahora bien, ¿cuál es la esencia del tronco del árbol
sobre el que hace crecer el relato? Yoga es algo más que una crónica, que
un libro autorreferencial, que un ejercicio de géneros híbrido como los que nos
acostumbra a entregar Carrère; Yoga es un ensayo sobre la autoestima: “Yo
creía que mi razón era sólida, que estaba bien enclavijada en el cuerpo gracias
al amor, al trabajo, a la meditación”, confiesa., este autor que reconoce
empezar por “yo” la mayoría de las frases y que le gustaría aprender la
reducida esencia de la condición humana, incluida la suya, motivo por el que
escribe: “Malraux cuenta que interrogó a un cura viejo. “¿Qué ha aprendido del
alma usted, que se ha pasado cincuenta años escuchando a la gente en el secreto
del confesionario?” Y el cura respondió: “He aprendido dos cosas. La primera
que la gente es mucho más infeliz de lo que creemos. La segunda es que no hay
grandes personas””.
El objetivo de la
literatura de Carrère es participar de tratar de ser mejor persona –“un poco
menos ignorante, un poco más libre, un poco más amoroso, un poco menos lastrado
por mi ego”-, que es lo que facilita esa identificación con su escritura, la
que nos lleva a meternos de cabeza en sus libros y sentirlos con buen ímpetu.
El tono vuelve a ser, por momentos, risueño, incluso cuando nos habla de la
salvaje depresión, con la que ha conseguido reconciliarse, aceptando hasta la
taquipsiquia, que es como la taquicardia pero con la actividad mental, que
llena de pensamientos erráticos, discontinuos y estridentes la cabeza. En esta
reconciliación es fundamental la estancia entre gente que no puede permitirse caer
en una depresión, refugiados que apenas tienen otro bien que los calzoncillos y
los zapatos con que les permitieron embarcar en la costa turca. En buena
medida, son ellos los protagonistas de una recuperación que nos lleva el
mensaje definitivo del libro: para cimentar la autoestima que nos salve, es
imprescindible la sanación a través de los demás.
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