La escritura indómita
Mary Oliver
Traducción de Regina
López Muñoz
Errata Naturae
Madrid, 2021
186 páginas
“Pienso como ecologista. Pero siento como miembro de una gran familia; una que incluye al elefante y a la espiga de trigo tanto como al maestro de escuela y al industrial”.
Ese conocimiento directo,
esa manera de destilar lo observado, lo sentido, se aproxima a una versión
balsámica de la sabiduría, tal vez a aquella que nos reconforta. Los textos provocan,
por encima de cualquier otra sensación, descanso. Son hijos de Thoreau y de
Emerson, de John Muir y de Henry Beston, pero, por encima de todos ellos, son
hijos de Walt Whitman. “Apredí de Whitman que el poema es un templo -o un campo
verde-, un lugar al que acceder y en el que sentir”, asegura esta escritora
que, a juicio de Elena Medel, en su excelente prólogo, se caracteriza por “la mirada
atenta, la escritura fiel, la escritura; corregir, limar las aristas, luchar
por la imagen más bella”. Despojada de las cosas más sucias de la vida, de la
ambición y de las malversaciones del ego, Mary Oliver nos muestra cuál ha sido
la conclusión de haber pasado por la Tierra, que siempre es muy sencilla:
aprender a separar el grano de la paja y dejar que las pequeñas cosas se las
lleve el viento. Y así, leer estas reflexiones el leer a la persona, posiblemente
a una de esas personas que todos, en algún momento, desearíamos ser, alguien
que vive con poesía al margen de su obra escrita: “Comprendí enseguida que
ciertas cosas -la atención, la energía desbordante, la concentración absoluta,
la ternura, el riesgo, la belleza- eran elementos poéticos”.
“Comprendí que el poema
era un constructo, que requería forma, elegancia, objetividad”, comenta, pues las
últimas páginas de la obra no están dedicadas a la naturaleza como tal, sino a
otra vida que ella ha sentido como natural, la literaria, la de la creación
poética. Que alguien se desnude hablando sobre el proceso creativo, y nos muestre
al yo poeta, al yo de las buenas cosas buenas, siempre será un descanso. Y es
posible que descansar sea la función más militante de la literatura.
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