El gran éxodo del pueblo rohinyá desde Myanmar, país que le niega hasta la nacionalidad, comenzó hace casi un año, aunque las razones de su marginación tienen raíces antiguas y múltiples facetas, que el periodista Alberto Masegosa analiza en su libro "Rohinyá".
"El drama de los innombrables y la leyenda de Aung San Suu Kyi" es el subtítulo del libro, publicado por Catarata y lanzado durante la Feria del Libro de Madrid, en el que Masegosa, delegado de Efe en el sudeste asiático con sede en Bangkok, analiza además la figura y papel en la crisis de la nobel de la Paz, consejera de Estado y jefa de facto del Gobierno birmano.
Los rohinyá, de credo musulmán, son un caso extremo del que "quizás sea el mayor problema de la actualidad, la desesperada migración de pueblos en busca de supervivencia", dijo Masegosa a Efe.
Se trata de un pueblo "pobre, marginado y perseguido por su identidad", pero además cuenta con un factor que le hace único, no tiene nacionalidad. "A los rohinyá nadie los quiere".
Con un ágil lenguaje periodístico y una prolija documentación, Masegosa se adentra en los complejos motivos históricos, religiosos, y étnicos que hace casi un año llevó a la huida de unos 700.000 rohinyá a Bangladesh.
Pero "Rohinyá" comienza hablando de la "Señora", que no es otra que Suu Kyi, una de las piezas, junto al Ejército birmano, del drama rohinyá.
Masegosa analiza los orígenes y la figura política de la jefa de facto del Gobierno birmano, de "quien nadie se esperaba algo así", una persona "cuya lucha pacífica contra la autocracia militar le había ganado un prestigio universal" y que "ha sido capaz de consentir que un drama humanitario de esas dimensiones tenga lugar bajo su mandato".
Además duda de que cambie de actitud ante los rohinyá, cuya persecución le ha dado "mayor popularidad entre las mayorías de su país -la religiosa, la budista, y la étnica-", de cuyo apoyo depende para ganar las próximas elecciones y, además, "tiene las manos atadas por el Ejército".
Da la impresión -apunta- de que la élite birmana, de la que forma parte Suu Kyi, "se ha quitado de encima un problema al que no ha sabido dar solución política en los setenta años de independencia. La solución que ha encontrado no es resolverlo sino extirparlo de forma brutal, y sacarlo fuera de las fronteras del país".
Un éxodo que comenzó el 25 de agosto del 2017 -el día del 'big bang' como lo llama el periodista-, tras un ataque de un grupo insurgente que sirvió de espoleta para una represión del Ejército en el estado occidental de Rakáin, hogar de los rohinyá desde hace siglos y que fue calificado de "limpieza étnica" con indicios de "genocidio" por la ONU.
Bangladesh acoge a los rohinyá, con los que comparte religión musulmana y etnia bengalí, pero es uno de los países más pobres y poblados del planeta, sin medios para satisfacer las necesidades de su población. Es -dice Masegosa- "una bomba de relojería que puede estallar con cualquier detonante".
Ambos países acordaron un repatriación que ahora está paralizada y que el periodista no cree que vaya a ser "masiva". Además los huidos "no están dispuestos" a volver a Birmania, donde solo quedan unos 300.000, si no se les garantiza seguridad y se les reconoce sus derechos, "lo que ahora mismo es impensable".
La crisis ronhinyá tampoco ha logrado una implicación fuerte de la comunidad internacional pues "es un problema absolutamente marginal para las grandes potencias de Occidente, ya que no pone en peligro ninguno de sus intereses esenciales" y tampoco los gigantes asiáticos -China e India- "se van a involucrar de manera decisiva".
El origen del problema es "más étnico que religioso", los rohinyá "conservan una identidad étnica que les distancia tanto de la mayoría budista como de sus correligionarios musulmanes, que les acusan de pretender ser 'diferentes' del resto de creyentes del islam".
Mirando al futuro, considera que "la diáspora se va a extender aún más" y que el destino de los rohinyá será el exilio, aunque la incógnita es saber si su acerbo "acabará diluyéndose en los países de acogida, o serán capaces de conservar su identidad.
Carmen Rodríguez
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