sábado, 5 de mayo de 2018

ACTOS HUMANOS


Actos humanos
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Rata Books
Barcelona, 2018
250 páginas

Dos características unen a la guerra o a los actos de guerra, que son los que dan unidad a este volumen: la fragmentación y el odio. Cuando uno ha vivido ciertos trances, ya no volverá a sentirse una persona integrada, completa, total, ni será posible perdonar. De hecho, uno se siente incómodo si piensa que tendría que perdonar una matanza. Una rebelión popular sofocada con tanques y metralletas, en una población de tamaño medio, seguida por un pequeño porcentaje de personas, es decir, matar moscas a cañonazos, lo cual supone que caerán también los demás seres vivos que se encuentren cerca, da pie a estos relatos, que son fragmentos. Pero que están unidos, porque la voz que relata, hombre o mujer, de la edad que sea, es la misma. En realidad, como no podía ser de otra manera, el libro versa sobre la estupidez. Y da la sensación de que esa maravilla temperamental es potestad del ser humano. Matan y sacuden por la patria, sea eso lo que sea, algo mucho más importante que la vida de un niño, por ejemplo. Te acusan solo por pasar por allí en el momento inoportuno, y se reproduce un discurso que alguien debe de entender que tiene sentido, alguien con el estómago blindado, porque en el otro fiel de la balanza está el hedor de las tripas en descomposición.
Este libro está lleno de seres hambrientos y gente que corre desprotegida bajo la lluvia. Personas que se preguntan si la vida va a ser siempre esto. Maldición. Y luego vaga entre cadáveres o sufres censura mientras te golpean sin que comprendas la razón. Los civiles pueden llegar a plantearse todo, porque se les viene el mundo encima y su lucha es justa, pero el precio es alto. Sin embargo, los de uniforme no se plantean nada. Van con la culata del fusil por delante y tras romper el tabique de la nariz acusan. Ni siquiera preguntan.
Han Kang vuelve a componer un libro potente, sobre los vínculos entre la revolución y la conciencia. Para ello se sirve de párrafos en los que refleja sin cortapisas la crueldad gratuita. De tal manera que la moral, la única que nos queda, la moral del sufriente, es verse reducido a los huesos. Si con ello conservas la dignidad, entrarás en otro universo, no en la batalla de los hombres corrientes. El momento sobre el que trabaja Kang es el del cambio social, cuando se reclama el final de una dictadura para que venga algo distinto después. Aunque nos decepcione. Los individuos se vuelven crisálidas y algunas de ellas se rompen antes de renacer; el ser fragmentado que queda malherido se preguntará de qué diablos tiene él la culpa para que le suceda eso. Como la chica con trastorno de estrés postraumático, insomne, incapaz de ninguna clase de contacto físico, tras ser torturada por la vagina. O la madre que nos enumera cómo va viendo caer a sus hijos, lo que sería una madre coraje si el coraje estuviera a su alcance.
Este narrador plural, múltiple, de varios pares de ojos, termina con un epílogo de cierto carácter autobiográfico. Los hechos en los que se basan los relatos sucedieron siendo ella una niña. ¿Qué parte es recuerdo propio y cuáles son los recuerdos prestados? El recuerdo propio, el del niño, el de la pureza, es el de quien no sabe si debe guardar memoria de lo que acontece, para tomar conciencia más adelante, para inventar su revolución, su moral raspada hasta el hueso.

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