Líos.
Justin
Taylor.
Traducción de Marta Alcaraz
Alpha
Decay.
Barcelona, 2015.
191 páginas
Bajo
los soportales de cualquier edificio en el que se represente la vida, duermen
toda suerte de hombres truncados y mujeres con la sangre encogida. En cualquier
momento de la noche, pero preferentemente de madrugada, cualquiera puede
despertarles con un altavoz gritando sus nombres, dado que los conoce uno a
uno, aunque aquella sea la primera noche que pasan fuera de un refugio en el
que podrían obtener algo de ese descanso, que llamamos vivir por entero. El que
porta el altavoz está vendiendo unas navidades blancas, un sueño con azafrán en
el crepúsculo o un salario fijo hasta el día de la muerte. Pero al apartar las
legañas, los durmientes se encontraban con sus tentaciones, su mala pata, su
amputación o con que alguien le había robado los calzoncillos mientras dormía.
Estos seres son personajes de la nueva narrativa americana, esa que nace ya con
dos lecciones bien aprendidas: por un lado, la maestría que se obtiene en los
talleres de escritura creativa que lo mismo te ayudan a descubrir tu talento en
la distancia corta que en un guión cinematográfico; y por otro el haber
asimilado ya a Raymond Carver, Flannery O’Connor o Bukowsky, y algo de la ética
a punto de aflorar en Richard Ford o Cormac McCarthy, para crear no ya
imitaciones, sino una obra propia.
Justin
Taylor es uno de los alumnos aventajados en este grupo. Perfectamente
consciente de que sus referentes no son universales, que va a tratar con la
clase media y con la clase media baja de Estados Unidos, acepta esa limitación
para dar un repaso al contraste entre la vida real de la mayoría de la gente y
la propaganda, esa ilusión que nos hacen creer los medios de comunicación de
masas que debe ser nuestra vida. Esta decantación le lleva a un retrato de una
América profunda grotesca, algo manierista, al estilo del cine de los hermanos
Cohen. A lo que añade esa presencia del momento, que será tenida en cuenta como
reflejo de esta época, pues los detalles que condicionan la narración no pueden
ser más de actualidad: aplicaciones para móviles, la nube, los juegos de rol
on-line, ciertas drogas, el MP4, etc. Con esas herramientas en la mano, sus
personajes, recién despiertos, hacen las cosas de cualquier manera, dentro de
una condición ya cosmopolita. Todo es por tanto muy subjetivo, a pesar de ese
naturalismo minimalista, que parece limitarse a enunciar, pero en el que
reconocemos, inevitablemente, estados de ánimo, sin importar su grado de
complejidad. Porque de alguna manera, todos somos también nuestra caricatura.
Todos tenemos algo freudiano que se inmiscuye en el día a día, algo mal
confrontado que supone sexo frustrado o experimentos con la masturbación.
Ahí
va un coro de esta gente a representar un cóctel con multiplicidad de
secuencias vulgares; o ese tipo vestido de champiñón que anuncia una pizzería
vegetariana, un obseso sexual que cree un éxito ascender en un negocio de
mierda; o la muerte de un niño que condiciona un campamento de verano, que nos
lleva a preguntarnos si es posible recomponer el mundo roto en la infancia; o
la idea de que renacer sólo quiere decir no repitas; y la imposibilidad de
saltar escalones generacionales cuando se trata de la relación entre un padre y
un hijo; o esa rotación del mundo, que va a lo suyo, que pasa de la poesía; o
la representación de una secuencia de contactos efímeros como síntoma de
soledad; o la idea de que una vida sin incentivos, con rutina, es menos vida; e
incluso la construcción de un relato no redondo, porque la vida no es circular,
no es perfecta. Estas y otras ideas se destilan de la lectura de cada uno de
los cuentos que componen este Líos,
un interesante libro de relatos que vaticina obras mayores de Justin Taylor.
Fuente: Culturamas
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